miércoles, 3 de octubre de 2012

Este jueves 4 de octubre inauguración de la muestra "todo y demasiado" de Alejandro Parisi en Arte y Parte
























La sensibilidad como tema

Igual que en un cuento chino, en la obra de Alejandro Parisi no se sabe si los bocetos  sueñan que son cuadros o si los cuadros sueñan que son bocetos. Reynolds dice que en una pintura pesa más el colorido que el color y aquí pareciera justificarse esa premisa.  Los grandes óleos son tan coloridos como los pequeños bocetos en blanco y negro. En éstos puede anticiparse lo que sucederá en los cuadros, de la misma manera, que en los cuadros ya se vislumbran futuros bocetos, como si los unos fueran consecuencia de los otros, como si la fantasmagoría de un modelo nunca terminara de decidirse sobre cuál posarse.
La obra de Alejandro Parisi es un triunfo de lo transitorio sobre lo permanente; va de un lado a otro sin detenerse en excusas pictóricas y como pasa con la música, no sucede en un lugar sino en el tiempo. Su mirada se posa en regiones poco perceptibles, casi invisibles para la mayoría, tal es así que una leve insinuación, una pequeña sugerencia le alcanzan para ponerse a trabajar. El objeto y la visión se debaten fuera del cuadro. El pintor desborda la tela para dar cuenta de una sucesión de pequeños límites aniquilados y superpuestos para que el tema surja de su propia imposibilidad por revelarse y todo el trabajo se encamine hacia un modelo que Parisi sabe de antemano que nunca va a aparecer. Sutilmente se deshacen y se forman apariencias que no comparten nuestra dimensión, que son un reflejo distante de algo que dadivosamente se nos presenta fraccionado para que lo veamos desaparecer. Insisto, el tema y la visión se esfuerzan por salir más de la paleta que del propio cuadro, hay una empecinada preocupación por ocultar en el cuadro lo que pasa en la paleta, una visible intención de purificar con el color. Este se hace cargo entonces de una obra profusa y proficua que paradójicamente siempre conlleva un dejo de inconclusa, de una obra inclasificable, sin homenajes ni tendencias, un reservorio parapetado a la vorágine que recorre el universo de las artes plásticas, un extracto de la historia del arte menos amparado en épocas y estilos que particularizado en el hecho de pintar.
Así y todo Parisi no es un irracionalista, por el contrario, es un racionalista, pero un racionalista anárquico que sabe que la única posibilidad de huir de la moda es pintando, un fugitivo de la moda, de los defensores de vanguardias, de los especialistas de lo actual. Esto no es poca cosa para un artista que encuentra a casi toda su generación entregada a la imposibilidad de transgredir expresas disposiciones en vigencia como rezaba el cartel enlozado que prohibía escupir en el suelo. Pintar y escupir aparecen como sinónimos de una invectiva que se revela más en la carga emotiva de su búsqueda de la emoción que en el mensaje conceptuoso, que le apunta al lenguaje, una imagen sin sonido donde la mera presencia de la pincelada acalla cualquier significado, en definitiva una pintura que quizás encuentre en alguna antología de lo sensible un lugar donde perpetuarse.
                                                                                                        Jorge Pirozzi

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