miércoles, 18 de enero de 2017

EN MEMORIA DE W.B. YEATS (muerto en enero de 1938), un poema de Wystan Hugh Auden (1907- 1973) en versión de Rolando Costa Picazo:



EN MEMORIA DE W.B. YEATS
(muerto en enero de 1938)


1

Desapareció en lo más crudo del invierno:
helados los arroyos, casi vacíos los aeropuertos;
desfiguraba la nieve las estatuas públicas;
se hundió el mercurio en las fauces del moribundo día.
Los pocos instrumentos que tenemos confirman
que el día de su muerte fue muy oscuro y frío.

Lejos de su enfermedad
rondaban los lobos el bosque siempre verde;
el campesino río no se tentaba con muelles elegantes;
las lenguas enlutadas
ocultaron al verso la muerte del poeta.

Para él fue la última tarde como él mismo,
una tarde de enfermeras y rumores;
se rebelaron las provincias de su cuerpo,
se vaciaron las plazas de su mente,
el silencio invadió los suburbios,
falló la corriente de sus sensaciones
y se fundió el poeta en sus admiradores.

Ahora está desparramado en cien ciudades,
dado por entero a desconocidos afectos;
deberá ser feliz en un bosque distinto
y ser castigado por un código ajeno de conciencia.
Las palabras de un muerto
se modifican en las entrañas de los vivos.

Pero en la importancia del ruido del mañana
cuando los agentes rujan como bestias en la Bolsa
y los pobres sigan con su sufrimiento acostumbrado,
y cada cual en su prisión casi se convenza de que es libre,
unos pocos millares pensarán en este día
como se piensa en un día en que se hizo algo apenas desusado.

Los pocos instrumentos que tenemos confirman
que el día de su muerte fue muy oscuro y frío.


2

Fuiste, como nosotros, un tonto; tu talento supo sobreponerse a todo:
la parroquia de mujeres ricas, el deterioro físico,
a ti mismo. La loca Irlanda te hirió, y tú hiciste poesía de tu herida.
Ahora Irlanda sigue con su misma locura y con su mismo clima,
porque la poesía no hace que sucedan cosas, sobrevive
en el valle que ella misma se crea, donde los ejecutivos
no se aventurarían; sigue fluyendo al sur
desde chozas de soledad y atareados dolores,
por las toscas ciudades en que nacemos y morimos; sobrevive
como forma de acontecer, como una boca.


3

Tierra, recibe a un huesped honorable:
bajan a William Yeats a su descanso eterno.
Que la urna irlandesa quede
vacía de poesía.

En la pesadilla de la oscuridad
ladran los perros de Europa,
y esperan las naciones vivas,
cada cuál secuestrada en su rencor;

la desgracia intelectual
clava los ojos desde el humano rostro,
y en la mirada yacen congelados
los mares de la lástima.

Sigue la senda, poeta,
hasta el fondo de la noche;
con tu voz inconstreñible
convéncenos de la necesidad del regocijo;

con el cultivo de un verso
convierte la maldición en un huerto;
cántale al fracaso humano
en un rapto de aflicción;

en el corazón desierto
deja que surja la curativa fuente.
En la prisión de sus días
enséñale a alabar al hombre libre.

                                             De W.H.Auden: Los Primeros Años, Rolando Costa Picazo (1994. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, Colección Escritura de Hoy)















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