jueves, 13 de junio de 2019

Cinco poemas de Isabella Leardini (Rímini, 1978) traducidos por María Cecilia Micetich:






















De niña daba portazos…
­¿Cuando me convertí en una que se queda
sentada, que vacía los veranos
mirando el cuarto desde el balcón
para ver si al volver a entrar
ni siquiera el último fantasma se ha ido?
Tengo un perro nuevo que duerme a mi lado,
pero vuelven las mismas largas noches
las puertas que se caen encima
sin la sacudida encendida del fragor…
Hay que tener el carácter de quien se queda
para saber sostener los ojos en los adioses
que duran más si es una sola la que lo hace.



Contigo siempre he estado en el aire
aferrada al sonido larguísimo de las hojas
dentro de la paz encendida de los inviernos.
Termina el año y está por nevar,
siempre termina el año y aún somos
dos voces mal sostenidas que se buscan…
Pero en el fondo ¿qué es juventud,
qué habría de ser además
de esta tremenda carrera en vespa
bajo la lluvia en el viento…hacia la casa de alguien?



Todos mis años idénticos los dejo
en fila en los patios y en los balcones
como juguetes que al final de la tarde
permanecen para aferrarse a la noche
y pasan las mañanas secándose
y pierden el color poco a poco.
Cada vez que me detengo levanto mi casa
y en cada casa pongo mi  patio
de las cosas que quedaron abandonadas.
Pero quizás se pueda vivir solo
en estas dos naturalezas sin paz
quien habita en cada cosa, y quien pasa
desde siempre; el que hace de viento y el que hace de muro.



Quien pierde el tiempo de ser feliz
primero pierde las carcajadas
que quitan la respiración, luego alguien
desciende dentro de la mirada y la vuelve negra
como plata guardada en los cajones.
Siempre la misma edad el mismo día…
Quien pierde el tiempo de ser feliz
tiene el aspecto de una casa estacional
que se prepara para ser habitada,
toda la frente cerrada dentro de un relámpago
que no se cumple jamás cn el temporal.



Bonne nuit querría traducirlo por adiós
pero habrá tantas otras palabras.
Me pregunto si las cosas no terminan
como una copa que se rompe por casualidad.
No se deja de amar en los temblores
en los gritos o en los silencios sin aliento,
un pequeño ruido cambia todo.
Es el ladrón que va y viene a escondidas
la respuesta equivocada, la carcajada,
aquella última tremenda distracción.


De Milo de Angelis. Isabella Leardini y Francesca Serragnoli Esplendor en las sombras Tres voces italianas contémporáneas (2015. Buenos Aires: Huesos de Jibia. Selección, traducción y notas de Elena Tardonato Faliere y María Cecilia Micetich.)





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