jueves, 23 de abril de 2020

Les comparto tan sólo algunos fragmentos favoritos del maravilloso libro Lectores de Diego Alonso editado por La Máquina del Tiempo en 2019. Hoy es jueves 23 de abril de 2020 y coincide que es el Día Internacional del Libro pero desde la primavera pasada que estaba por compartirles aquí, en este arcaico y nada objetivo sordo blog, de un momento a otro, una selección de dicho maravilloso libro y... ¡ya ha llegado el momento queridos Lectores -y no Lectores-!:




(…)

Hay una luz perdida en el manto de la noche, un farol sobre un banco a orillas del río. Alguien lee en la semipenumbra de la madrugada, no importa qué. Allí está el melancólico rumor del agua, los ruidos de la ciudad dormida, el fuego eléctrico de la luz portuaria. El lector pasa las páginas y dice al aire su lectura. No hay manera de saber si esas líneas no están produciendo una tempestad al otro lado del mundo, o la caída de Constantinopla.

(…)

Leer. La soledad incorruptible del niño que juega, y que aún no ha terminado de contarse las historias que hacían vivir a sus juguetes.

(…)

En un mundo como el nuestro leer no tiene ningún atractivo. Para pasar el tiempo hay cientos de opciones más acabadas. ¿Para aprender? No tendría sentido tomarse tanto trabajo para tan poca cosa. Hildergard Von Bingen decía que Dios no vivía en “cuerpos sanos”; del mismo modo, la lectura tampoco los habita. Las personas sanas no necesitan leer, sólo leen las personas dañadas, los locos, los enfermos.

(…)

Con el tiempo suficiente cualquier lector encontrará en cualquier libro algo que lo conmueva.

(…)

La batalla contemporánea del libro es resistirse a ser considerado un entretenimiento. Leer es una ocupación, es el trabajo que el hombre hace sobre sí mismo. Leer no es ocupar un tiempo ocioso, sino nunca tener un tiempo ocioso. Nihil agendo homines male agüere disyunt. “No haciendo nada los hombres aprenden a obrar mal” (Columelo).

(…)

El mundo depende de las lecturas que elegimos.

(…)

—Leer hasta que ya no haya luz.
—No, en la oscuridad seguir leyendo.

(…)

La dicha: Enfrentarnos a un texto complejo y sentir que, luego de varias relecturas, empezamos a entender.

(…)

Aún cuando pueda parecer agradable, la vida del lector es un infierno. Sabe que morirá habiéndole faltado siempre una nueva lectura imprescindible.

(…)

No hay lectores ancianos. Los lectores son, solamente, hombres que envejecen.

(…)

Cuando leemos adónde vamos. No vamos, sino que algo viene hacia nosotros, como un barco iluminado en medio de la noche.

(…)

Los ojos lectores tienen su propia historia, ésa es la coartada que explica preferencias y desprecios que no pueden esclarecerse de otro modo.

(…)

El mundo se purifica, hay alguien leyendo.

(…)

Toda lectura es el prólogo de la siguiente.

(…)

No es lo mismo tener que no tener un libro, los lectores siempre tienen más libros de los que podrán leer. Pero como dice Lucrecio: “Consuetudo concinnat amoren” (“El trato asiduo produce el amor”). De eso estamos hablando, tratar con nuestros libros a diario, verlos, tocarlos, hablarles, dejar que nos digan cosas al pasar.

(…)

Hablamos al mundo con cada uno de nuestros actos, por más insignificantes y pequeños que parezcan. Leer no es menos importante que descubrir la cura para una enfermedad mortal, aunque los espíritus vulgares afirmen lo contrario.

(…)

Fracasar leyendo es lo más probable; luego es aprender a insistir, una y otra vez.

(...)

Los lectores, como quería Mauriac, se construyen y se destruyen a sí mismos.

(…)

Leer es abrir una espera, una larga paciencia de lo que vendrá, aunque no sepamos qué.

(…)
Los lectores amarran su destino al de sus lecturas y suspenden el ordinario sucederse de los días.

(…)

Al poeta Bo Juyi, de todos los males de la vejez, el que le produce más pesar es el de ya no poder leer los libros que se escriben con letra pequeña.

(…)

La letra en sí sólo ocupa un espacio, su sentido sólo es referencial y está dado por la cercanía con otras letras. Así también las palabras dependen de las otras palabras que la acompañan y las oraciones se encabalgan en las siguientes, las frases refieren a otras frases y los libros siempre se vinculan al resto de los libros. ¿Y cuando nada llegue al espacio dado a la letra? Allí entonces la lectura organizando el sentido.

(…)

La asociación de lectores anónimos estará desarrollando sus reuniones los días sábados por la mañana. El edificio cuenta con inmensas habitaciones repletas de bibliotecas vacías, las cuales serán adjudicadas a cada uno de sus miembros al momento de la inscripción. No es posible para los socios llenar ningún espacio de la biblioteca puesta a su cuidado, ni siquiera una pequeña parte. Los lectores buscan una falta, ausencias repetidas, fantasmas del espacio. Quieren llenar todos los vacíos que muestra la existencia.

(…)

Ver leer a los ancianos es ver a los niños que fueron, la misma ansiedad, los mismos gestos. Las lecturas podrán ser otras, pero el hábito de la lectura no envejece, sigue teniendo la misma seriedad que los juegos infantiles, la misma intensidad, el mismo amor.

(…)

La primera noche que Jonathan Harker se queda en el castillo del Conde, al que ha venido a visitar en representación de la firma de abogados para la que trabaja, para ayudarlo a resolver los pormenores de una compra de tierras en Londres, que haría la firma en representación del Conde. Jonathan no puede dormir y se levanta y deambula por el castillo. Encuentra la biblioteca y se queda allí admirándola, maravillado de la cantidad de libros sobre Inglaterra que había. El Conde aparece y Jonathan le confiesa que con tantos libros sobre Inglaterra no sabría cuánto podría asesorarlo, pues con tantos libros es posible que fuese inservible su ayuda. El Conde le explica que gracias a esos libros él había aprendido a conocer Inglaterra, y por lo tanto a amarla “porque conocer es amar”. Esas palabras pueden despertar a los lectores a otra vida, en donde el tiempo, lejos de desgastar nuestros lazos, por el contrario, los profundiza y los hace más resistentes.

(…)

Sucede a veces ante los libros, antes de leerlos, antes de tocarlos incluso, sólo para quien esté ávido de ellos, un anudarse de los sentidos, una expectación, una inmovilidad de plenitud. Como cuando en la orilla nos quedamos mirando el mar, y al rato comenzamos a sentir el sabor de la sal llenándonos la boca.

(…)

No existe el olvido, sólo el silencio. El silencio no es ausencia, por eso en la música se escribe. Los pasillos de una biblioteca son como partituras sólo de silencios. Una presencia organizada y administrada en el tiempo y el espacio.

(…)

Consciente de sus progresivos problemas de visión, Huxley aprendió braile para poder seguir leyendo si en el futuro sus problemas se agravaban y perdía la vista. Una de las felicidades de este nuevo aprendizaje fue la posibilidad, hasta entonces negada, de leer en la oscuridad.

(…)

En los libros resuena el eco del eco de todos los ecos del mundo. Leer es ansiar ser alcanzados por ese eco, para que resuene en nosotros, y propagarlo y prolongarlo, e irnos nosotros en él.

(…)

2007. Berna. Funeral de Hanni Marti-Morgenthaler. Su marido, el escritor y párroco Kurt Marti-Morgenthaler ofició la misa. Treinta y ocho años antes Kurt había escrito un poemario de oraciones fúnebres. En el servicio a su esposa usó uno de aquellos poemas: “Ojos, aún tenemos ojos / usad los vuestros / y dad gracias a Dios / porque aún podéis ver”. Hanni amaba los libros y tenía con la lectura un compromiso profundo y verdadero. En la misa Kurt cambió la última palabra del último verso del poema, sustituyó sahar (ver) por lesen (leer) convencido de que Hanni estaría encantada con ese cambio. “Ojos, aún tenemos ojos / usad los vuestros / y dad gracias a Dios / porque aún podéis leer”.

(…)

Cartier-Bresson en una entrevista con Sheyla Turner en 1973 hablando de la agencia Magnum y de su relación con Robert Capa y con David Seymour, dice que las cosas entre ellos no eran fáciles “los tres éramos totalmente distintos. No leíamos los mismos libros”.

(…)

Toda carencia nos vuelve desdichados. El hambre, la soledad y la tristeza son las formas con que el mundo de hiperconsumo que hemos construido diseña para esa carencia, y que con la promesa de satisfacerla consigue constantemente reconectarnos a él. La lectura, como tiene que ver con la comunión con ese otro detrás del texto, tiene entonces que ver con la dicha, y por lo tanto está absolutamente reñida con ese mundo que necesita que necesitemos. ¿Qué pueden ofrecernos a los lectores, salvo los libros?

(…)


De Diego Alonso Lectores (2019. Buenos Aires: La Máquina del Tiempo.)

¡Muchas gracias, hacedor de Lectores, Diego Rodrigo Alonso!
FNDB, lector.
:) 


No hay comentarios:

Publicar un comentario