DÍA DE PRIMAVERA
La inmensa
esperanza puesta —y la paciencia
prolongada
a lo largo de la noche—
como
el aire respirando en una ciudad de papel,
se
disipa cuando vuelve la noche y trae de nuevo las dudas
que
se arremolinan en torno a la cabeza del durmiente,
aunque
son repelidas con palos y cuchillos, así que la mañana
reinstala
en una esperanza fría
el
aire que fue el día de ayer, es lo que eres,
en
todas esas fases en que la cabeza se escurre de la mano.
Las
lágrimas corren en libertad, las risas y los sollozos:
¿qué
importancia tienen? Hay un libre dar y tomar.
El
cuerpo gigantesco relajado, como si junto a un arroyo
descubriera
su fuerza y se viese obligado a reconocer
la
secreta dulzura antes de ingresar en la vida,
absorbido
por tantos intercambios, arrancado del útero,
exhumado
antes de estar del todo muerto… Y palpita
su pecho ancho como una montaña. “Esos otros tardaron
en venir,
y les
importaba tan poco, que casi no fueron nada.
Se
les dio por muertos,
con
sus nombres honorablemente injertados en el paisaje
para
ser recordados por la humanidad. Hasta el día de hoy,
hemos
vivido dentro de su caparazón.
Ahora
lo hemos roto como un río rompe un dique,
remansando
en la desconcertada y asustada llanura,
y nuestro
próximo avance será terrible,
hurgando
en las heridas con armas nuevas
en
ese abismo de recreación, ese lienzo desnudo
que
es tan real como el tráfico y los ruidos cotidianos”.
La
montaña dejó de sacudiré. Su cuerpo
se
replegó sobre su propia contradicción, su propio goce,
muy
lejos de nosotros las luces se apagaron, recuerdos de
muchachos y muchachas
que
anduvieron por aquí antes del gran cambio,
antes
de que el aire nos reflejase,
adoptando
la forma contraria de nuestro esfuerzo,
su
inseparable comentario y corolario,
pero
expulsándonos cada vez más y más.
¿Qué…?
¿Qué pasó? Tú estás junto al naranjo,
así
que sus frutos veraniegos
pueden
volver al lugar en que todo empezó a ir mal
para
después desaparecer lentamente
y formar
parte del pasado, si es que fue así. Una página pasada.
Y justo
en ese momento íbamos a la deriva
en
medio de un enorme vendaval de muerte.
Y así
sea jueves, así esté el día tormentoso,
caigan
rayos o llueva, o así se peleen los pájaros entre sí,
nos
hemos sumergido en otro sueño.
De
nada sirve forzar la barrera de ese otro:
ya
no existe. Pero a ti,
delicada
cosa naciente, con esas hojas que parecen estrellas,
te
dedicaremos muy pronto nuestra total atención.
EL DOBLE SUEÑO DE LA
PRIMAVERA*
Para Gerrit Henry
Los
días diversos, los años absurdos, percibían
con
labios semiabiertos
el
modo en que el aliento de la primavera se te acerca con
sigilo, te invade y te derriba.
He
pensado en todo esto desde hace años,
pero
ya estaba dejando de tener sentido. Y la canción ha
terminado:
esta
fue la historia.
Igual
que encuentras hombres rubios y de ojos azules
en
ciertas islas,
el
dibujo está concluido
y uno
sigue descendiendo hacia la orilla,
con
pasos que buscan alcanzarla,
y,
aunque no logren alcanzarla, no pueden evitar encontrar
la melodía
y seguimos…
descendiendo…
El
bote zozobraba al embarcar tú en él. Qué plano su fondo
los
remos evitaban las olas pequeñas,
y nos
impulsaban agua adentro. Sin embargo volvimos
a examinarnos
uno a otro en el sueño. ¿Era la savia
deslizándose
por el árbol
la
que hacía sobresalirlos brotes, cada uno con una
coherencia peculiar?
Porque
no había duda de que el camino llevaba
a un
punto que se hacía inalcanzable,
perdido
en millones de analogías de árboles,
el
paso más lejano posible.
Y,
ahora, en medio del rugido de las locomotoras
que
circulan por la tierra, la hierba permanece inactiva,
haciendo
que se cuele en tu mente esa sensación “de final
del viaje”
como
una melena rubia que todo lo inunda
—luz
de las estrellas enfermas en la noche—
y que
se prepara de nuevo para defenderse
mientras
amanece un nuevo día.
*Nota
del autor: “El doble sueño de la primavera” es el título de un cuadro de
Giorgio de Chirico que se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
De John Ashbery El doble sueño de la primavera (2009.
Madrid: Colección Visor de Poesía. Traducción de Silvia Barbero.)
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