sábado, 23 de mayo de 2020

NARRACIÓN DE UN HOMBRE EN MAYO y A LOS AMIGOS, dos poemas del poeta, periodista, bibliotecario, traductor y escritor portugués Herberto Helder (Funchal, Madeira, 1930 - Cascaes, 2015) traducidos por Rodolfo Alonso(Buenos Aires, 1934):

























NARRACIÓN DE UN HOMBRE EN MAYO


Estoy echado en el nombre: mayo, y soy una persona
que salió
violenta y violentamente para el campo.
Un hombre echado entre las margaritas
rotativas del mes atrave-
sado por el movimiento.
Es la noche aproximada con el libro
dentro. Echado sobre pedazos
de estrellas en el pensamiento.
Era la casa absorbida en la mañana
chocante.
Libro de la poesía arrebatada. Poesía
de la mujer emparedada en el amor
y el hombre emparedado en la destrucción
del amor.
Es ahora el lector con la atención corrupta
sobre el libro.
El libro que arde en los huesos
del lector ahogado en el poema arrebatado.

Estoy extendido como autor en la ligera
palabra que la noche moja
y los vientos soplan como se sopla
una brasa.
Un hombre que salió de casa, con toda
la magnífica violencia del amor.
Es el tiempo revelador.
Ahora inteligente de este lado,
contra el lado ejemplar de mayo aglomerado.
Especie de primavera en llamas.
El dolor total. El libro.
El pensamiento del amor. La
experiencia.
Y la vida ardiente del autor.
También me eché en el campo
de otras cosas. Con discurso. Con
riguroso secreto.
Vi al cazador levantar el arcoíris
y tirar, cerrada, la muerte
al cabrito primaveril.

Y todo callé como experiencia
de un sueño inspirado.
Vi la resurrección, mayo
infectado. Oí
pasar el ciclista de la primavera
sobre el ruido de la resurrección.
Conocí la existencia del ladrón, el ciclista
que penetra en el ejemplo de la fábula.
Estoy echado en medio del campo
de una especie de despedida.
Medio campo de mayo, y otro medio
de personalísima vida.

Son cosas que ya no están más
que en la madurez de la edad.
Hice comercio. Industria. Dolor.
La garganta labrada por el canto.
Iba la bicicleta con su poeta que ponía la mano
en el poema de la bicicleta.
E iban todos –poema, bicicleta, poeta y mano–
por sobre el corazón de la tierra y la resurrección
de la primavera. Gané
mi edad concluída.
Cacé. O planté. O corté.
La vida vida.
Había el movimiento con su bicicleta
y la canción con su poeta.
La vida inmerecida.

Veo hierbas en movimiento y estrellas quietas.
Y la consumación de las cosas universales.
Se generan de nuevo las cosas
universales. La pureza.
La naturaleza de la pureza.
La propia naturaleza de las cosas universales.
Del dolor sé el amor.
El amor del ardor. Sé más
de lo que puedo saber de la materia del amor.
Quedo echado en el campo revolucionario:
la paciente brutalidad de la primavera
es como la brutalidad
delicada de la pasión.
El violentísimo demorado amor,
y su resurrección.

Ya estuve echado al lado de las mujeres.
Ellas se detenían completamente
como cazadores o bestezuelas fascinadas.
No tenían pensamiento ni edad.

Era la fuerza del cuerpo. El movimiento.
Estoy en este lado de ese lado
del cuerpo. Sé el poema
del conocimiento informulado.
Respira monótonamente una estrella
entre los huesos.
Estrella levemente destruída.
Roída por el loco ratón lírico
de la edad. Estoy en el pensamiento.
Parado en el movimiento de una vida.

Muevo la boca, muevo los dedos, muevo
la idea de la experiencia.
No muevo en arrepentimiento.
Ya que el cuerpo es interno y eterno
de su cuerpo.
No tengo inocencia, sino el don
de toda una inocencia.
Y lentitud o armonía.
Poesía sin perdón u olvido.
Edad de poesía.


A LOS AMIGOS

Amo despacio a los amigos que son tristes con cinco dedos de            cada lado.
Los amigos que enloquecen y están sentados, cerrando los ojos,
con los libros detrás ardiendo para toda la eternidad.
No los llamo, y ellos se vuelven profundamente
dentro del fuego.
­–Tenemos un talento doloroso y oscuro.
Construimos un lugar de silencio.
De pasión.



De Empresa Poética (1987. Buenos Aires: Empresa Poética para la Investigación y Difusión de la Poesía. Año 4- Número 7- Julio/Diciembre 1987.) 



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