CARTA
A UN DOMINGO HUMILDE
A través
de los años te distingo
como a una hermana desaparecida
Tu serás siempre el único domingo,
el único domingo de mi vida.
Guardo en
el tiempo tu memoria intacta.
Tú eres, en mi copioso calendario,
una cosa menuda pero exacta,
como una ilustración de diccionario.
Mi vida
es una calle displicente,
adonde tu fantasma, pobre día,
resuena en cada esquina, tristemente,
como la campanilla de un tranvía.
Mis sueños
no merecen ser contados.
Mis recuerdos carecen de importancia.
Son una cuerda en la que están colgados
todos los trajes nuevos de la infancia.
Tú me
renuevas un amor deshecho:
el batallón, que a pasos similares,
seguí cuando era niño, con el pecho
encendido de marchas militares.
Tú eres
como la calle que en la altura
llena de fugitivos resplandores,
noche a noche, con rápida escritura,
pone y quita palabras de colores.
Y la
otra, de módico alumbrado,
donde murió Carriego, el pobrecito,
y donde para siempre se han parado
las dos ruedas del último organito.
Tú eres
un cine, en cuya sala honesta,
cuando la concurrencia se desbanda,
queda el palco vacío de la orquesta
con flores de papel en la baranda.
Tú eres
un cliente de buhonería
-cabezota infantil sobre hombros recios-
que indaga en una pulcra lechería
la tarifa económica de precios.
Tú eres
como esa tarde moribunda
en que, arropado en un gabán de lana,
yo he sido un pasajero de segunda
en el andén de una estación lejana.
Tú pareces
la música que arroba
mi pobre corazón ilusionado,
que ha oído cómo cantan, en la alcoba,
los pajaritos del empapelado.
Tú eres
lo más sensible de mi historia.
Todo un pasado al evocarte encierro.
Por eso cruzas hoy en mi memoria
como un cupé que vuelve de un entierro.
Pero acaso
ya nunca te recuerde.
Tu fiesta ha sido fiesta de falacias.
Me has engañado como el agua verde
de esos jarrones que hay en las farmacias.
Creí en
tu mansedumbre compartida,
y me trataste como a un extranjero
que atisba una ciudad desconocida
bajo el ala caída del sombrero.
Tristeza un
poco tímida y cobarde.
(¿No ha sido playo el plato de mi sopa?)
Tú eres la criada que al caer la tarde
va a la azotea a descolgar la ropa.
Cicatriz
de remotos desengaños.
Papel de habitación abandonada
donde un cuadro que estuvo muchos años
ha dejado su huella señalada.
Pavor de
matemático inseguro.
Rentista callejero sin caudales,
que ensaya con un lápiz en un muro
las cuatro operaciones decimales.
Tal aparece en mi memoria incierta
tu recuerdo que es una cosa amarga,
que es algo así como una vía muerta
donde está retenido un tren de carga.
Tú corroída
estampa, viejo día,
me sume en un sueño migratorio,
como el que da ese mapa de Oceanía
colgado en la pared de mi escritorio.
Tu integridad,
no obstante, es del pasado.
Por eso, uniendo coloreadas piezas,
en imágenes truncas, has quedado
reconstruido como un rompecabezas.
De el jabalí (2004. Buenos Aires: el jabalí, revista ilustrada de poesía, número 14.)
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2020/10/balada-de-un-domingo-de-mi-infancia-y.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2020/09/blog-post.html
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