56/
La eternidad no es más que nosotros quedando en otros.
Se olvida de que los hijos son la resurrección de sus padres. Y que nadie se
va, porque fue quedando, paso a paso, gesto agesto, acto a acto, en amigos, en
obras, en amores.
79/
El poema se hace con relámpagos. El cuento, con
fotografías. La novela, con agujas de tejer.
154/
La historia de mi padre es la biografía de Europa. Nació
en una aldea, peleó en una guerra civil (toda guerra europea lo es), se hundió
en un barco de guerra en el Adriático, se hizo a la vela en el Mediterráneo,
cayó preso en Estambul (seis días), recibió un permiso de los reyes belgas para
cruzar el territorio en busca de trabajo, empaquetó azúcar en Lille, hurgó
carbón en Amberes, y tras escuchar una moderna versión de la leyenda de El Dorado,
duda entre Uruguay y Nueva Zelanda. Alguien en Montevideo le señala la orilla
de enfrente y es allí donde recomienza otro juego de azar. Aquí una mujer
imagina su rostro y lo espera. De allí en más, planificado por el misterio, su
destino se hará cotidiano. Lo cual no excluye el milagro como se sabe desde
Breton, “algo realmente extraordinario no dejará de suceder”. Y a esa mujer y a
él les sucedo yo.
155/
El tiempo no es más que nuestra incapacidad, cada vez
mayor, de permanecer vivos.
158/
Hay que irse de los lugares en los que no hay que estar.
181/
Lo básico para todo escritor se reduce a considerar
sagrado un ejercicio permanente, en cada instante de la vida, de ahondar en
nuestra percepción y capacidad para alcanzar a describir el mundo como si lo
viésemos por primera vez, como si nadie lo hubiera visto antes. (Algo así dice
Martin Amis y algo así digo también yo, con mis propias palabras, desde
siempre).
De Esteban
Peicovich Soliloquio (2018. Rosario:
M14E. Prólogo: Jorge Monteleone.)
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2018/03/domingo-por-la-tarde-un-poema-de.html
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