EL
RUIDO DEL OTOÑO
Pienso en el ruido del otoño, ese sonido
de tornados que abandonan las sombrías colinas
y suben los acantilados como escaladores
enfurecidos.
Pienso en el ruido de pisadas veloces, docenas de
niños
que no se atreven a mirar la casa envejecida,
la ventana sin marco y la silueta que gira la
cabeza. Y gira
la cabeza. Y gira la cabeza que es sólo pómulos y
boca.
Pienso en el ruido que se hunde en el polvo de cien
años.
El polvo donde un pie puede conocer la estrechez
y lo que se hunde no es una huella, sino un hombre
completo.
Pienso en el graznido del cuervo sobre la huida de
la liebre,
en el ruido de palabras sin vida cayendo sobre el
pasto,
en el sonido de las pisadas que las destrozan sin
notarlas,
en el silbido de los delgados abedules que se secan,
y en esa respiración que es un nombre,
un nombre de mujer, un nombre santo, sin sílabas,
con campanas doblando en vez de sílabas.
Pienso en la pisada de un pie inmenso, en el ruido
de la ciudad que enciende las estufas, en el paso
del humo a través de las interminables chimeneas,
pienso en todo aquello que no debía ser recordado
y repito la oración que ya he repetido una vez y
otra vez,
y una vez y otra vez estiro la endurecida mano,
la inevitable mano para tocar el centro del silencio
del mundo.
De Jorge
Galán Primera edad (2017. México: Valparaíso. Número 47 de la
Colección Valparaíso de Poesía.)
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