Junio
Bajo lunas de sueño
volvías a surgir desnuda
como entonces
criatura de armonía junto
a la adelfa lánguida de Junio.
Pero la noche era una
copa vacía junto al labio
y el frío de las albas
endurecía la carne de los frutos.
Solo vivía el pasado en
su confuso cénit
y tu voz me llamaba desde
el sueño,
lejana entre los sauces
que el viento
instrumentaba como laúdes verdes de penumbra,
y río abajo iban,
navegantes,
príncipes en las góndolas
purpúreas,
estrujando en las ánforas
el zumo de las horas,
arrojando en las aguas
talismanes.
Surgías entre cálidas
ruinas del estío
como un ave feliz, y los jazmines
espesaban su sombra
blanca y fría.
Pero un rumor secreto de
guitarras
deshojaba la rosa última
de la noche
y el desnudo jinete
desdeñoso,
segaba con la cruel
sonrisa de su espada
el nocturno azahar y la
melancolía…
Bajo tu
sombra, Junio…
Bajo tu sombra, Junio, salvaje parra,
ruda vid que coronas con tus pámpanos las dríadas desnudas,
que exprimes tus racimos fecundos en las siestas
sobre los cuerpos que duermen intranquilos,
unidos estrechamente a la tierra que tiembla bajo su abrazo,
con la mejilla desmayada sobre la paja de las eras,
la respiración agitada en la garganta
como hilillo de agua que corriera secreto entre las rosas
y los labios en espera del beso ansioso
que escapa de tu boca roja de dios impuro.
Bajo tu sombra, Junio,
yedra de sangre que tiende sus hojas
embriagando de sonrisas la pared más sombría,
la piedra solitaria;
Junio, paraíso entre muros, que levantas la antorcha de tus árboles
ardiendo en la púrpura vesperal,
bajo tu sombra quiero ver madurar los frutos,
las manzanas silvestres y los higos cuajados de corales submarinos,
la barca que va dejando por los ríos lejanos sus perfumes,
los bosques, las ruinas,
las yuntas soñolientas por los caminos
y el zagal cantando con un junco en los labios.
Quiero oír el inquieto raudal de los torrentes,
el crujido de las ramas bajo el peso del nido
y el resonante silencio de las constelaciones
entreabriendo sus alas como pájaros espumantes de fuego
al fúnebre conjuro de los nocturnos pífanos.
Bajo tu sombra quiero esperar las mañanas fugitivas de frescura
y los atardeceres largos como miradas
cuando todo mi ser es un canto al amor,
un cántico al amor entregado,
mientras las manos se curvan sobre las espaldas desnudas
y mis párpados se tiñen con el violento jacinto de la dicha.
Junio
Oh, sé que he de buscarte
cuando el otoño abrume con sus
frutos goteantes
la tierra,
cuando las mozas pasen mordiendo los racimos
como si fueran labios,
cuando las piernas rudas de los hombres
se tiñan con la sangre púrpura de las vides
y quede una canción flotando en el azul helor de la tarde
madura.
Oh, sé que he de buscarte.
Cuando caiga en el río el beso desmayado de la última
adelfa
buscaré tus pisadas sobre la arena tibia
donde tu cuerpo expiraba bajo el mío
como un tallo verde en el suspenso mediodía.
Oh, sé que he de buscarte
cuando el dormido cisne del otoño aletee en su nido;
pero Junio es ahora un pastor silencioso
que coronan los oros sagrados de la trilla,
y yo bebo en tu cuerpo la música desnuda
que languidece en los violines lentos de la siesta.
Oh, yo sé que he de buscarte
cuando la campiña despierte del letargo amarillo
de los élitros;
pero ahora es tu cuerpo sólo, tu cuerpo junto al mío,
mientras Junio incendia la felicidad de los montes
más lejanos
y el río besa tímidamente nuestros pies
como si Narciso nos contemplara con sus diluidos ojos
verdes de agua.
De Pablo García Baena. Poesía completa 1940 -1980 (1982. Madrid: Visor. Colección Visor de Poesía.
Introducción: Luis Antonio de Villena.)
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