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miércoles, 6 de junio de 2018
Para seguir precalentando su advenimiento porteño en vivo y en directo en cuestión de horas, minutos y segundos bajo el alias de Escape-ism en dos fechas bien diferenciadas -ambas compartidas con Tildaflipers-, a continuación desde este arcaico y silencioso blog les dejo un pequeño -gran- fragmento de "Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock", primer libro de Ian Svenonius editado en idioma castellano...:
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La
presentación y la importancia menguante del grupo
El rock –y, más aún,
la música punk y underground– ha sido
considerado, durante los últimos cuarenta años, una disciplina cargada de
significado. Durante ese período, la gente joven pasaba horas y horas estudiando
las carátulas de los discos (los comentarios, fotografías y letras que
incluían) en lugar de hacer los deberes.
Estos accesorios, que no eran
intrínsecos al sonido, sino un envoltorio para atraer a los futuros
compradores, servían para explicar la estética del grupo y sus “movimientos”
subsidiarios no solo a los carcas y a los no iniciados, sino también a las
personas del mundillo. Se trataba de un gesto de correspondencia. Como
consecuencia no voluntaria de esta presentación comercial, surgió un movimiento
subcultural alrededor de las bandas y los estilos musicales, hasta que el
complejo militar- industrial inventó Internet para destruir este fenómeno.
Ahora que la música de las bandas se
transporta de un lado a otro en forma de unos archivos digitales llamados MP3,
las bandas se han visto desprovistas de su envoltorio e identidad, y han
quedado reducidas a un puñado de gritos que emanan de un iPod. Ha disminuido su
significado, no porque las bandas no tengan nada que decir, sino porque les han
arrebatado el espectáculo y el vestuario. Se trata claramente de una
conspiración de la élite fascista para cargarse una de las últimas formas de
expresión toleradas en Estados Unidos.
Pero la excitación que rodeaba a los
discos no se debía solo a sus carátulas. En un vinilo, por ejemplo, los surcos
se van reduciendo a medida que el disco progresa. El registro de la frecuencia
cambia y la cantidad de información se comprime, con una frecuencia de bajos
disponible menor. Por ese motivo, al final de un disco el sonido es más
estridente, más confuso, más “excitante” para el oyente, un factor que mejora
la audición de una forma que el oído medio no detecta. Eso permite crear un crescendo al final de la canción, junto
al dramático estruendo de platillos, mientras la estructura de la canción se va
descomponiendo y entra en un mantra repetitivo, la coda, ad náuseam.
De Ian Svenonius Estrategias sobrenaturales para montar un
grupo de rock (2014. Barcelona: Blackie Books. Traducción de Carles
Andreu.)
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