BALADA DE UN DOMINGO DE MI INFANCIA
Mañana el maestro dará prueba escrita.
(Mi infancia no tuvo sino
días malos)
Sentada en un banco mi
infancia recita:
Colón ha partido del
Puerto de Palos,
Es día domingo. Llovizna. Hace frío…
El cuarto es muy grande,
yo estoy solo en él.
Parece que arrastra en el
cuarto sombrío
su cola de seda la reina
Isabel.
Es día domingo. Con una constancia
que más dolorosa no pudo
haber sido,
sentada en un banco
repite mi infancia:
del Puerto de Palos,
Colón ha partido.
Las seis de la tarde. Se encienden
candelas.
Se cierran las puertas. La
casa es distinta…
Dan miedo, dan miedo las
tres carabelas.
La Santa María, la Niña y
la Pinta.
DOMINGO DIBUJADO DESDE UNA VENTANA
Guarda
el domingo la infantilería
que ofrece un espectáculo barato,
como el que mira porque sí un retrato
en el zaguán de una fotografía.
Hay un
jarrón pintado a tres colores
en la tómbola inmóvil del espejo.
El sol prolonga un último reflejo
como esa luz que dan los reflectores.
Desde un
baldío suenan cuatro notas,
y la niñez de pronto resucita
en los caballos de una calesita,
con las orejas y las colas rotas.
La humillación
de un almacén cerrado
es lo más triste que un domingo ofrece.
En una curva, lejos, aparece
la danza de un tranvía iluminado.
Y por la
calle obscurecida, siento
que el domingo se va como en sordina,
con el mismo aire con que se camina
por el vagón de un tren en movimiento.
De el jabalí (2004. Buenos
Aires: el jabalí, revista ilustrada de poesía, número 14.)
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2020/09/blog-post.html
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