413
Nunca me sentí en mi casa –acá–
y en el cielo radiante
no me sentiré en mi casa –lo sé–
no me gusta el Paraíso –
porque es domingo –todo el tiempo–
el recreo –nunca llega–
en el edén serán tan solitarias
las brillantes tardes del miércoles –
si Dios pudiera hacer una visita
o dormir una siestita –
para no vernos – pero dicen
que él mismo – es un telescopio
perenne que nos mira –
yo misma huiría
de él – del Espíritu Santo – y de todo lo demás –
sí, pero está el ¡”Día del Juicio Final”!
c. 1862
Si el amigo de alguien muere
es el acto más punzante
pensar en cómo caminaban cuando estaban vivos –
en tal o cual época –
sus vestimentas, en un domingo,
el modo de peinarse –
una picardía conocida sólo por ellos
perdida, en el sepulcro –
qué ardientes, fueron, en aquel día,
casi puedes precisar la fecha –
tan corta la distancia parece –
y ahora – hace siglos –
qué contentos estaban, con lo que dijiste –
tratas de tocar la sonrisa
y pasar tus dedos por la escarcha –
cuando fue – puedes decir –
buscaste invitados para el té –
amistades – unas pocas –
y charlaste íntimamente de esa gran cosa
que no te recuerda –
pasadas reverencias, e invitaciones –
pasadas entrevistas, y promesas –
pasado lo que nosotros mismos podemos estimar –
¡eso – produce la punzante desdicha!
c. 1862
Cayeron como copos –
cayeron como estrellas –
como pétalos de una rosa –
cuando de pronto a través de junio –
un viento con dedos – avanza –
perecieron en el pasto desarraigado –
nadie pudo hallar el lugar –
pero Dios puede convocar cada faz
en su lista de abolidos.
c. 1862
Lo que puedo hacer –lo haré –
aunque sea pequeño como un narciso –
lo que no pueda –tiene que ser
desconocido a la posibilidad –
c. 1862
Las montañas – crecen inadvertidas –
sus púrpuras figuras se elevan
sin tentativa – agotamiento –
asistencia –o aplauso –
en sus eternas faces
el sol –con justo deleite
busca larga – y final – y dorada
confraternidad – de noche –
c. 1863
887
Sobrevivimos al amor, como a cosas antiguas
y lo guardamos en el cajón –
hasta que nos parece moda antigua –
como trajes usados por grandes señores.
c. 1864
1251
Silencio es todo lo que tememos.
Hay un rescate en una voz –
pero silencio es infinito.
El mismo no tiene faz.
c. 1873
De Emily
Dickinson Poemas (2006. Buenos Aires:
Tusquets Editores. Colección Fábula. Selección y traducción de Silvina Ocampo.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario