domingo, 19 de julio de 2020

Cuatro poemas de Héctor Viel Temperley (Buenos Aires, 1933 - 1987):





Después de la muerte

Después de la muerte,
alma mía,
no me lleves a pasear en coche
por esos aburridos domingos
de mi infancia.

Y cuidado, alma mía,
con la luz:
que no te vaya a prender fuego.
(Yo voy a ir sin manos
a tu lado).


Hoy

Hoy
difícil ver algo más lindo
que ese gallo de espuma
que se para en las piedras.


Segovia

Primer día en España.
Hay cielo azul, hay niños.
Igual que ayer en casa.

Madrid con su domingo
pesa menos
que un árbol de Palermo.

Para mí, Señor,
estar enamorado
fue abrazarte
en un cuerpo:
mujer nomás,
no Esposa y altos vidrios
cortando luz arriba
entre palomas.

Por eso sus senos
andan sobre el mar
como aguas vivas
sin hundirse jamás,
flotando siempre
en el azul del sueño.

Días azules de Madrid
lejos de ella.
La punta de Segovia
es como el pecho mío.
Y anochece.


La serpentina

Comenzó a temblar la tierra mientras descendíamos
     entre tomateras
Por suerte no mientras descendíamos con turistas
     a visitar la gruta aquella
     después del sándwich y la naranjada
Poco después pensé envolver a mi país ese verano

Por un mamut y una ballena mi corazón está tan triste
     que es como una vitrina con instrumentos de cirugía
     tumbada en la espuma del mar
     del primer día
Cuando los pescadores de tiburones regresan de Esmeril
     con las manos ensangrentadas
Y el viento sopla sobre los primeros tomates
     de lunes a sábado de lunes a sábado
Y tu sangre se esparce entre las tomateras
     el domingo en la quinta sin quinteros
Y desciende en lugar de ellos el Padre de esos hombres
     después de versus pies desnudos
     en sus lechos sin sábanas los domingos
Y no hay más fuego entonces que el de sus narices
     en la quinta en silencio bajo el viento
Pero yo estoy tan triste que es domingo
     este domingo mientras nado

“No bebas tanto que después me riñes y me dices
     que yo no sé pararme sobre el mundo
     y me haces llorar en esas cuevas
Y me haces reír cuando me llevas a caballito
     bajando y subiendo por esas calles empinadas
     tan oscuras y viejas y con luna
     mientras la gente duerme y estás triste…
No has venido a mi tierra para pensar en otras:
Hasta te haré regalos para tus ‘secretarias´!”

No es por eso mujer no es por eso te diría tu esposo
     pero yo no soy tu esposo
     ni conocí a su primo en la Legión
Y ya estoy más allá de hombre y mujer y estoy pensando
     en otra cosa:
Van a construir un club para los telefónicos
Mañana lunes comenzarán los golpes bien temprano
     sobre esa parte recta de la casa
El mucamo de cara a las palmeras que están llenas de ratas
     tocando el gong con saco blanco y transpirado
Y esa vieja heladera de madera como un cajón de muerto
     junto a la primera pared en el comedor de los sirvientes
Sin sillas a su alrededor más respetada que un ataúd
     con las barras de hielo sobre la serpentina
     sobre el silencio del mamut sobre los viajes
     de la única agua helada de toda la casona!
Allí me preparaba mi madre la mamadera
     y había una larga mesa de madera
     y largos bancos para los sirvientes
Y en esa parte recta y larga de la casa
     en esas dependencias de servicio
Todo se usaba igual: gaviotas y cajones…

“Se abre la puerta del bar y entra tu hijo
Vino desde su casa corriendo para verte
Tiene la espalda húmeda como una serpentina
     bajo el hielo y te abraza
     después de hombre y mujer –porque eres divorciado
Nada con él en estas aguas cristalinas
     mientras la tierra tiembla entre las tomateras:
No pienses en volver a tu país este verano”

No están fácil te digo no es tan fácil
Toca el gong el mucamo de las islas
Y atada por su cola a una casona
     se pudre lentamente al sol una ballena…


De Héctor Viel Temperley Obra Completa (2006. Buenos Aires: Ediciones del Dock. Colección: Pez náufrago. Prólogo: Tamara Kamenszain.)



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