miércoles, 29 de julio de 2020

Cuatro poemas de Mercedes Álvarez (Tandil, 1979) pertenecientes a “El contenido en el agua”, su nueva plaquette que acaba de salir en Editorial Goles Rosas de Mar del Plata…:





Las torres de veinte pisos existen.
Incluso en esta ciudad mediocre
imitamos las maravillas del mundo
en los edificios -música y tragos
donde todo puede comprarse con dinero.
Qué medio tan fantástico es el dinero que nos permite
trasladarnos en tiempo y espacio
aún sin viajar
más que escasas veinte cuadras.
Sin embargo no te obstines demasiado
en mirar hacia abajo
muchos tuvieron la idea
lo que se ve es demasiado atrayente
unos ojos pasean la tristeza
por encima de las casas de los ricos
de los trajes ya arrugados de los oficinistas alcohólicos.
Más allá una pareja se besa y no hay nostalgia
es lo que es.
Abajo el comienzo de un río
abajo la avenida, el monumento y el cielo
decorado fastuoso.
Pero alguien ya lo dijo:
el deseo de morir es demasiado fuerte
como para satisfacerse con la muerte.




Hay gente que envejece con furia
surcos en la cara que llegan
y se quedan ahí horadando la carne
devastando la nada. No sé por qué digo nada, pero no podría
poner otra palabra.
A mí la materia,
no me lleva a un significado.
Hay gente a quien los ojos le aparecen un día
como un fuego apagado con un vaso
y es poco
muy poco
lo que se pudo escandir del incendio inicial.
Otros no. Adquieren una mueca cómica
reparten su desdicha, rezan en su isla,
no se atreven.
Su filosofía hecha de caramelos y tristezas les aplana
el pecho y el recuerdo
hablan poco, o demasiado,
y no es porque estén cansados.
Es otra cosa.
Quisiera transformar
mi cara a los sesenta en un campo de batalla.




Una vez alguien
filmó un primer documental
se fue al entorno de sus fantasías
hizo actuar a un esquimal
con sus propias ideas.
Hay que decirlo:
la experiencia no estuvo exenta de riesgo
hizo bastante frío
el hombre casi perdió la vida
arponeando a una foca.
Sin embargo, que no engañe la proeza física:
en el fondo se parece demasiado
a la proyección de la mente
al ojo que vigila la barra
pasando por botellas de bebidas
y aunque por debajo de la mesa te rasgues
la mano con un punzón
dibujar con sangre es un asunto
de corto aliento.




Hay gente que habla del viento
pero nunca lo escuchó sonar entre las hojas.
Son como los que creen
que se pueden hacer todas las cosas
que cada experiencia espera
aguarda bajo una luz recóndita
y que habrá una nueva revelación cada día.
Hay quien habla de la capacidad humana
pero no está dispuesto a pagar ningún precio
por tanto, toda capacidad se diluye
bajo el agua
como la nervadura de una hoja seca.
Construir una casa
escribir un libro ambiguo
tener un hijo
ganar dinero sin que se note
esculpirse unas piernas de acero.
O construir una casa ambigua
tener un hijo de acero
escribir un libro sin que se note
esculpirse unas piernas.
Sin embargo, quizás si haya de vez en cuando nuevas revelaciones
quizás si aprendiste algo cuando de pronto pasó rozándote con su mano
el ángel del deseo como un bálsamo
complicándolo todo.
Por eso, hiciste como que no
activaste la maquinaria del olvido
aunque al viento lo escuchabas bien cerca.
Pero no todo es cuestión de oído.
Tal vez por eso cada persona es fiel a una estación:
pasa la mayor parte del año
esperando que llegue su momento.


De Mercedes Álvarez El contenido en el agua (2020. Mar del Plata: Editorial Goles Rosas.)



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