La
chica
Tengo
miedo del domingo porque es fiesta. Los domingos son de fiesta y tenés miedo de
que uno coma una cosa el otro otra. Claro. No sé nada de la chica, de la chica… que
estaba a la noche. ¿Vos decís de Ana? Una
de ustedes. Una de nosotras murió. Tenías
razón vos. ¿Yo tenía razón? Tenés
toda la idea de andar adelante. Lo importante es que estés bien mamá. Estoy pasada de locos…Estás cansadita
como si estuvieras por dormirte. Es un
vicio, si no hago más que esto, pero a veces se van las cosas. Se van las
cosas.
Lunes
Los lunes mi padre
llegaba tarde
y traía chocolates
amargos.
En la cama grande, mamá
nos leía
La Cabaña del Tío Tom.
A nosotras nos gustaban
los lunes,
nos gustaba llorar por
tristezas
de cuento, sufrir por
los negros
mientras comíamos
chocolates
Suchard.
Banjo
en la cocina
He perdido una música
Irene Gruss
El padre toca el banjo
en la cocina
de la casa. Es la
siesta del domingo
y amenaza tormenta
(…los chicos
juegan, la madre
levanta los platos
de la mesa). Bajo la
parra zumban
las moscas. El padre
toca rumbas,
habaneras, canciones
italianas.
Alguien sostiene las
partituras,
de vuelta las páginas
(hasta que salta una
cuerda
y la música acaba).
Víspera
Se va la tarde. Decís,
a este sitio
vendremos: escribirás,
sembraré,
pasaremos los días de
viejos.
Sobre la casa que nace,
cruzó
una torcaza. Más allá
hay un halcón
y unas loras. La luz
moja la falda
del Mogote, aviva los
manchones
amarillos. Todo es
hermoso, digo,
y sin embargo, hay una
nota
de tristeza sobre talas
y espinillos.
Será porque es
invierno, decís,
será porque es domingo.
Tu
sei come una terra
che
nessuno ha mai detto
Tu
non attendi nulla
se
non la parola
che
sgorgherá dal fondo
come
un frutto tra i rami
La terra e la
norte (1945-1946)
Entre los ramos
Hay un olor a flores
cortadas en el campo;
con olor a chinitas
salvajes
van a verlos y el sudor
las abrillanta.
Es octubre y lastima la
resolana
entre los fresnos y el
aire está tan quieto
y es tan azul allá a lo
lejos…
Es domingo y yo no
tengo dónde verte.
Sólo esta palabra como
un fruto
entre los ramos y este
olor salvaje
que regresa, desde
chicos ajenos
y mujeres gordas
con pañuelos.
Arroz
con alcachofas
El aceite
borbotea en la sartén.
Allí he echado
dos alcachofas
acuchilladas.
He convertido esas
flores antiguas
en corazones abiertos,
en carne viva.
Me he dedicado después
a esperar que largaran
su sangre
o su sudor,
según se mire.
Luego
he reducido una cebolla
grande
y llena de luz
a polvo,
a jugo,
a numen.
Y otra vez he llorado.
Pero tan poca cosa no
me amedrenta.
Me zambullo,
con el jugo y las
lágrimas,
en el aceite hirviente
y cuando todo se
impregna,
paso una lluvia de
arroz
de la caja a mi mano
y de mi mano a la
sartén
en donde bullen
los zumos
del dolor y de la
dicha.
Ya puedo esperar
que los granos se
hinchen.
Sé que soportarán,
igual que yo,
una hinchazón
tres veces superior
a su tamaño.
Sólo hará falta agregar
de tanto en tanto
agua
o caldo,
un baño de mar
que les permita
transitar por el
infierno
de la hornalla.
De María Teresa
Andruetto Poesía reunida (2019.
Buenos Aires: Ediciones en Danza. Serie Notables. Ensayo preliminar: Jorge
Monteleone.)