jueves, 22 de julio de 2021
"¡¡¡Palo, Palo, Palo, Palo Bonito, Palo éhhh!!!... ¡¡¡éhhh ohhh éhhh!!!... ¡¡¡Los Visitantes otra vez...!!!"... :( Ay, Palo, sin saber que decir :( ... "Entonces las palabras/santas o malditas/ la estaca golpea/la espina "fundida" en catarata de amor ohhh ohhh/catarata de amor ohhh ohhh/ catarata de amor ohhh ohhh/catarata de amor/ catarata ahh ahh/catarata ahh ahh/ catarata/catarata de amor.":
BREVE CRONOLOGÍA, un relato de Paul Gadenne (1907, Armentières, Francia – 1956, Cambo-les Bains, Pirineos Atlánticos) traducido por Silvio Mattoni y que cierra “Escenas en el castillo”, el tomo de relatos completos de Paul Gadenne editado en su momento por la editorial El cuenco de plata:
BREVE
CRONOLOGÍA
Habré tenido tres, cinco, siete años. Vivíamos
en una ciudad cerca de la frontera. Al final de cada semana, íbamos a visitar a
mi abuela. La “veranda”, una especie de invernadero, miraba hacia la ruta
nacional. Plantas trepadoras, plantas colgantes, begonias por todas partes. Yo estaba
asombrado ante tal abundancia de pétalos rosados, delicados, lustrosos, que
parecían valvas de moluscos. Recuerdo el olor de la pieza, olor a reseda, olor
a café, olor a aburrimiento.
Había
un jardín. Ningún jardín del mundo me parecía más real alguna vez. Ahí
perseguía al perro de mi abuelo, una especie de lebrel con manchas rojizas, de
dientes largos y brillantes. Un día, cambió de humor y me dio una profunda
mordida en la rodilla. Yo estaba orgulloso. Fue mi primera cicatriz.
A veces
los domingos íbamos a misa a una gran iglesia de ladrillos. El ladrillo había
pasado de rosa a negro con el tiempo, y los rezos, los cantos, las voces, todo
era negro. Al volver, merendábamos con una fuente de pepinillos y café. Calles angostas,
grandes adoquines. Pasos a nivel, trenes de carga, mucho humo y mucho hollín.
¡Y cuántas esperas! La tierra era plana hasta perderse de vista, aplastada por
la paciencia.
El cementerio
también era objeto de paseos dominicales. Primero cruzábamos en el Lys sobre un
puente colgante cuya armazón se veía de lejos. Después caminábamos y
caminábamos; toda la vida, en todas partes, caminamos mucho, sumamos kilómetros
tras kilómetros. Pero entonces caminábamos intensamente, durante largo rato; y
yo tropezaba con los adoquines o me hundía en el barro de los senderos. El viento
barría furiosamente esos espacios abiertos; sólo había árboles alrededor de las
tumbas; dos o tres álamos que se anunciaban a distancia. Concluidas las
devociones, ya sólo teníamos que dar un paso para cruzar la frontera, y
volvíamos con los bolsillos lleos de chocolate con crema y con jalea de
grosellas, cuyas barras encontrábamos al volver todas aplastadas en nuestros
bolsillos.
Esas
visitas a sombras que no habíamos conocido y que no eran más que nombres en las
conversaciones de los mayores nos parecían austeras. Pero en los demás días,
las visitas a las personas vivas no eran a fin de cuentas mucho más alegres.
En Lille,
asistía al casamiento de un primo. Su mujer era hermosa, bien robusta. Comida,
baile, en una especie de palacio de cristal. Creía estar viendo el paraíso, se
parecía al paraíso que me habían contado. La gratuidad del servicio de comida
en particular me parecía completamente prodigiosa. Estaba conmovido,
embelesado; nunca había visto nada tan bello, tan admirablemente organizado;
salvo cuando el fotógrafo de la plaza mayor había matado a su amante por medio
de una ingenioso dispositivo colocado dentro de su máquina (era la época en que
los fotógrafos escondían la cabeza bajo una gran tela negra de penitente).
Cuando pienso en ello, todo parece que pasó en otro mundo. Aquel primo era un
espléndido militar. Volví a verlo más tarde, en una trastienda, comiendo pan
caliente con su joven esposa; ella se reía a carcajadas de la reprobación de su
suegra que se preocupaba por sus estómagos.
A él le dio una pleuresía y murió durante
una kermés. Su habitación daba a la plaza, sobre el picadero. Fue en agosto. Un
calor agobiante. Yo estaba impresionado porque me obligaban a quedarme en
silencio; aunque estaba muy intrigado por los tubos de oxígeno que me
recordaban la feria cercana.
Al ir a buscar una bandera a la fábrica
donde trabajaba mi padre, un 14 de julio, me agarré un dedo con una puerta y perdí
una uña. La uña volvió a crecer, pero atravesada. Todavía llevo conmigo ese recuerdo de mis actividades
patrióticas. Pero sobre todo el potente olor de las bodegas, de la tela
limpiamente apretada, alineada en forma de cilindros, esa embriaguez de aromas me
inundaba la garganta. Aún hoy, cuando recibo un libro, lo abro en seguida para
olerlo –y recobro mi primera infancia y las bellas hileras de piezas de tela a
la luz azulada de los subsuelos.
Algunas veces, por la mañana, mi padre
tenía que ir a alguna fábrica en las afueras de la ciudad. Solía llevarme con
él para que se transformara en un paseo. Yo lo acompañaba feliz a lo largo de
caminos de escoria, paredes de ladrillos, rumbo a un horizonte de techos en
forma de sierra, altas chimeneas y gasómetros. Cruzábamos puertas de chapa que
chirriaban. El sol hacía relumbrar jovialmente los pedazos de vidrio
encastrados en lo alto de los muros.
A partir de allí, las cosas se tornan más
sombrías.
Un día, me escapo, cruzo la “barrera” de
las vías; no me encuentran hasta la noche.
Otro día, peleo salvajemente con mi
hermana, le tiro el pelo.
Otro día, atrapo una rana y le corto las patas.
Todo lo cual, si hubiese muchos niños tan
malvados, obviamente debería ocasionar una catástrofe en el mundo.
Mi hermano estaba en un internado de curas
en Bélgica. Empezaron a hablar de su regreso. Hablaban al respecto con caras
serias, aires de secretos cuyo sentido se me escapaba.
Un día, al final de la mañana, mi padre
vuelve de la oficina muy preocupado; iba a haber guerra. No entendí. Mi hermana
me explica, en pocas palabras, lo que es: se llevan a los hombres y les cortan
las manos a los niños. Ante esa descripción subjetiva, todo el mundo empieza a
llorar sobre su sopa.
Unos días después, hombres encaramados en
sus bicicletas, casas vacías… los trenes ya no salían más. Me cargaron con una
bolsa de pan, y caminamos derecho hacia delante, en busca de la paz, por un
hermoso camino inocente, pleno de sol y de muerte –yo, un chico animado por la
aventura, contento de cruzar “la barrera” sin esperanza de retorno.
De Paul
Gadenne Escenas en el castillo: Relatos
completos (2008. Buenos Aires: El cuenco de
plata. Traducción y nota de Silvio Mattoni.)
domingo, 18 de julio de 2021
Siete poemas de Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830 - Amherst, 1886) traducidos por Silvina Ocampo (Buenos Aires, 1903 - 1993)…:
413
Nunca me sentí en mi casa –acá–
y en el cielo radiante
no me sentiré en mi casa –lo sé–
no me gusta el Paraíso –
porque es domingo –todo el tiempo–
el recreo –nunca llega–
en el edén serán tan solitarias
las brillantes tardes del miércoles –
si Dios pudiera hacer una visita
o dormir una siestita –
para no vernos – pero dicen
que él mismo – es un telescopio
perenne que nos mira –
yo misma huiría
de él – del Espíritu Santo – y de todo lo demás –
sí, pero está el ¡”Día del Juicio Final”!
c. 1862
Si el amigo de alguien muere
es el acto más punzante
pensar en cómo caminaban cuando estaban vivos –
en tal o cual época –
sus vestimentas, en un domingo,
el modo de peinarse –
una picardía conocida sólo por ellos
perdida, en el sepulcro –
qué ardientes, fueron, en aquel día,
casi puedes precisar la fecha –
tan corta la distancia parece –
y ahora – hace siglos –
qué contentos estaban, con lo que dijiste –
tratas de tocar la sonrisa
y pasar tus dedos por la escarcha –
cuando fue – puedes decir –
buscaste invitados para el té –
amistades – unas pocas –
y charlaste íntimamente de esa gran cosa
que no te recuerda –
pasadas reverencias, e invitaciones –
pasadas entrevistas, y promesas –
pasado lo que nosotros mismos podemos estimar –
¡eso – produce la punzante desdicha!
c. 1862
Cayeron como copos –
cayeron como estrellas –
como pétalos de una rosa –
cuando de pronto a través de junio –
un viento con dedos – avanza –
perecieron en el pasto desarraigado –
nadie pudo hallar el lugar –
pero Dios puede convocar cada faz
en su lista de abolidos.
c. 1862
Lo que puedo hacer –lo haré –
aunque sea pequeño como un narciso –
lo que no pueda –tiene que ser
desconocido a la posibilidad –
c. 1862
Las montañas – crecen inadvertidas –
sus púrpuras figuras se elevan
sin tentativa – agotamiento –
asistencia –o aplauso –
en sus eternas faces
el sol –con justo deleite
busca larga – y final – y dorada
confraternidad – de noche –
c. 1863
887
Sobrevivimos al amor, como a cosas antiguas
y lo guardamos en el cajón –
hasta que nos parece moda antigua –
como trajes usados por grandes señores.
c. 1864
1251
Silencio es todo lo que tememos.
Hay un rescate en una voz –
pero silencio es infinito.
El mismo no tiene faz.
c. 1873
De Emily
Dickinson Poemas (2006. Buenos Aires:
Tusquets Editores. Colección Fábula. Selección y traducción de Silvina Ocampo.)
sábado, 17 de julio de 2021
En un día como hoy -17 de julio- pero en el año 1950, Dylan Thomas (Swansea, Gales 1914 - Nueva York, 1953) escribió una carta…, traducción de Pirí Lugones (Buenos Aires, 1925 -1978)…:
A MR. Y MRS.JOHN NIMS
17 de Julio, 1950
The Boat House
Laugharne,
Carmarthenshire
Mis queridos Bonnie y
John:
¿Se acuerdan de mí? Redondo, rojo,
robustamente enrojecido, una protuberante Manzana entre los poetas, duro como
clavo hecho de queso crema, desdentado, medio calvo, ruidoso, gran
coleccionista de polvo e imán de polillas, loco por la cerveza, temeroso de los
curas, las mujeres, Chicago, los escritores, la distancia, el tiempo, los
niños, los gansos, la muerte, enamorado, temeroso del amor, propenso a
chorrear.
Nunca pude arreglarme para volver aunque
mucho lo deseaba. Nunca contesté sus lindas cartas ni agradecí las malvas. Mi única
húmeda excusa es que ese domador de animales de Brinnin (“Tráiganlo vivo”) me
arrastró a latigazos por todos los desiertos después de dejarlos a ustedes, a
mi pesar, desde la Columbia Británica hasta Florida; casi nunca sabía donde me
encontraba, perdí la habilidad para formar las palabras sobre un papel;
vociferaba en mis albergues de una noche como una arruinada sonora mula; pasé
una líquida, libidinosa semana en Nueva York y fui llevado en carretilla hasta
el Queen Elizabeth por los bomberos residentes, la mujer loca de un
psicoanalista, Oscar Williams y su mujer, Brinnin con un látigo restallante, un
mediero del Bronx, un eminente dramaturgo (aunque anónimo), tres hombres no
identificados que venían del Museo de Arte Moderno o del bar del Mc Sorley, un amigo
de toda la vida conocido media hora antes, una mujer resbalosa que había
cometido algún error, y gente peluda. Montones de gente peluda, todos
suspirando con alivio. Compartí un camarote con el inventor de un nuevo tipo de
cemento llamado, según creo recordar, Orina –el vendedor, no el cemento- y pasé
mis días con un vendedor en el bar. Como resultado de lo cual nunca me sentí físicamente
mejor en mi vida, y hago grandes caminatas, sano como una pupa de arcilla y
canto en el baño (que no existe) y tengo los ojos limpios y un nuevo diente
adelante –que debe haberme crecido solo, porque no recuerdo haber ido al dentista-
y una fuente en el paso y una canción en la garganta y poemas a escribir y
ninguna necesidad de apurarme en escribirlos. Debo arruinar de nuevo mi salud:
me siento tan absurdamente bien.
Pero
me hubiera gustado poder volver a Niles y Schmoo, poder dormir y encontrar otra
vez a los amigos de ustedes. No volver fue una de las cosas que más lamento de
todo mi tonto vagabundeo. Pero si el año que viene Caitlin y Colb y yo vamos a
los Estados Unidos –aunque cómo lo lograremos no lo sé aún– ¿podemos pasar
algunos días con ustedes?
Y si alguna vez se deciden a visitar este
país, camas, cunas, cochecitos, corralitos, pescado, mejillones, almejas, tibia
cerveza galesa amarga, afecto, un perro tan equilibrado y dotado como el de
ustedes, mar y río, son todos suyos en este culo del universo, esta burbuja
cantada en himnos, este totalmente enfermo, afectuosamente triste Gales.
¿Tenés, John, un libro de poemas tuyo para
enviarme? Voy a hacer unas lecturas radiales de poesía norteamericana y tengo
muchos deseos de leerte a vos y a Lowell. En retribución puedo mandarte una
bicicleta vieja, o un poema nuevo, o una foto de Laugharne o cualquier libro
que quieras.
¿Hay
alguna noticia del vago proyecto que dijiste que pensarías en mí y Caitlin y
este enemigo sin cuernos que está jugando a mis pies con una tijera?
¿Cuándo tengan tiempo me escribirán y me
contarán cómo les va?
Cariños
Dylan
(John
Nims, Esq.)
De Dylan Thomas Cartas (1981.
Buenos Aires: Ediciones de la Flor. Selección y prólogo: Constantine
Fitzgibbons. Traducción: Pirí Lugones. Tapa: Smoje. Primera edición 1971.
Segunda edición: diciembre de 1981.)
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2019/08/amor-en-el-hospicio-poema-de-dylan.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2012/07/no-entres-docilmente-en-esa-noche.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2012/07/dylan-thomas-reads-do-not-go-gentle.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2021/05/blog-post_28.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2021/07/carta-de-dylan-thomas-swansea-gales.html
http://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2021/07/otra-carta-de-dylan-thomas-swansea.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2020/01/blog-post_10.html
CANCIÓN DE INVIERNO, UNA COSA TRAS OTRA, PORCELANA CAOBA, LENTO APRENDIZAJE, CONMOCIÓN Y BORRASCA y APRENDIENDO A HABLAR, seis poemas de Jim Dodge (California, 1945) en versiones de Antonio Rómar y Pablo Mazo Agüero:
CANCIÓN
DE INVIERNO
En recuerdo de Dorothy
Milliman
La aceptación de la muerte
clara en nuestros corazones
es la fe que alentamos
en que el amor pervivirá:
el lustroso ocre
de los helechos en descomposición
el rojo bermellón acampanado
de la flor de la grosella.
Lluvia sobre el río.
UNA
COSA TRAS OTRA
Tantos caminos verdaderos.
Una plétora de maestros excepcionales.
Incontables ríos donde no he pescado.
Las posibilidades del amor desafiando al álgebra.
Todos estos platos sucios.
PORCELANA
CAOBA
Mi abuela me habla
de su primer amor.
Se llamaba Johnny Hansen.
Siempre recordará
un cálido día de otoño.
Ella tenía quince
o casi quince.
Tenía una yegua llamada Parches
y ella y John fueron juntos a montar
a lo largo del Río Chetco,
musgoso y bajo antes de las lluvias.
Puede saborear aún el pollo frito
que preparó para el picnic
y la preocupación de que
sus labios estuviesen grasientos
cuando él quisiera besarla.
Me dice esto mientras va puliendo
la vitrina de caoba de la vajilla
una y otra vez
durante cinco minutos
en el mismo sitio
hasta que brilla.
LENTO
APRENDIZAJE
Conoce las plantas
GARY SNYDER
Han pasado cincuenta años, en gran parte
inevocables, pero ahora,
Aunque apenas en destellos, puedo mirar las plantas
Y sentir la luz que las compone.
Al caer al sueño, encuentro consuelo
con la pequeña oración de sus nombres:
aliso, consuelda, salal, zarzamora.
CONMOCIÓN
Y BORRASCA
Has tocado fondo
cuando entiendes
que no hay fondo
que tocar.
Y sólo te meces ahí empapado
en la proa de un barco
contemplando la lluvia
caer sobre el océano.
APRENDIENDO
A HABLAR
Siempre que Jason decía caztor en lugar de “castor”
o aldilla
en lugar de “ardilla”
lo adoraba en secreto.
Son palabras mejores:
El ajetreado caztor caztoreando;
la cola gris de la aldilla
enroscada como una culebrilla de humo en una rama de
arce.
Nunca le dije que estuviera pronunciando mal sus
nombres,
aunque yo sí los pronunciaba según la convención.
En cierta ocasión se dio cuenta, y se explico:
“Yo digo caztor.”
“Genial”, le dije, “como lo veas”.
Pero en una semana
estaba pronunciando ambas “correctamente”.
Cumplí con mi deber,
y lo lamento.
Hasta nunca, caztor y aldilla.
Tanta belleza perdida para el entendimiento.
De Jim
Dodge Lluvia sobre el río (2017.
España: Editorial Salto de Página. Traducción y prólogo Antonio Rómar y Pablo Mazo
Agüero.)
jueves, 15 de julio de 2021
Otra carta de Dylan Thomas (Swansea, Gales 1914 - Nueva York, 1953) fechada un día como hoy -15 de julio- pero en el año 1936, traducción de Pirí Lugones (Buenos Aires, 1925 -1978)…:
A JOHN JOHNSON
5
Cwmdonkin Drive, Uplans,
15
de Julio, 1936
Swansea
Querido John Johnson:
Gracias por su carta. Yo también sentí mucho que no estuviéramos juntos
más tiempo pero todo fue culpa mía –éste es mi día semanal de disculpas. Debería
haber almorzado bien con usted en vez de engullirnos unas botellas con Betty
Boop. Encuentro que los almuerzos en Londres son una mentira deliberada, así
que la próxima vez que nos encontremos que sean Copas.
Espero poder empezar la pieza de teatro muy pronto y me doy cuenta, por
supuesto, que no puede haber una garantía de producción. Me alegra, sin
embargo, que usted ayude a que las cosas sean más fáciles.
Le enviaré los cuentos, dieciséis. Cuatro o cinco sentimentales y
posiblemente de poco valor, –aunque espero que no, porque pienso que por lo
menos son legibles– al principio de la semana próxima. Salgo hoy en la mañana
para pasar ricamente unos días en un castillo con Richard Hughes, si no se los
mandaría antes. Espero que no sea una demora demasiado larga. Y muchas gracias
por tomarse esa molestia con mis cuentos. Dudo que un editor establecido,
comercialmente establecido, fuera lo adecuado; alguna gente considera que los
cuentos son sucios y ocasionalmente blasfemos–, probablemente lo sean. Pero usted
los verá, de todos modos y gracias otra vez por hacerlo.
Creo que estaré en la ciudad alrededor de agosto: le avisaré con
anticipación y tomaremos unas copas.
Suyo,
Dylan Thomas
(John
Johnson, Esq.)
Antes de partir para Laugharne le escribió a John
Johnson. Betty Boop era un personaje de una tira cómica de la época, rubia, de
cabello enrulado y mejillas regordetas. Johnson no recuerda a quién podría
referirse pero recuerda que permaneció sentada en silencio mientras él y Dylan
conversaban. Parece probable que se tratara de Caitlin.
Los cuentos son sus primeros, fantásticos, macabros,
hasta surrealistas, publicados en 1939 en The
Map of Love, los otros fueron publicados después de su muerte.
De Dylan Thomas Cartas (1981.
Buenos Aires: Ediciones de la Flor. Selección y prólogo: Constantine
Fitzgibbons. Traducción: Pirí Lugones. Tapa: Smoje. Primera edición 1971.
Segunda edición: diciembre de 1981.)
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2019/08/amor-en-el-hospicio-poema-de-dylan.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2012/07/no-entres-docilmente-en-esa-noche.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2012/07/dylan-thomas-reads-do-not-go-gentle.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2021/05/blog-post_28.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2021/07/carta-de-dylan-thomas-swansea-gales.html
Carta de Dylan Thomas (Swansea, Gales 1914 - Nueva York, 1953) fechada un día como hoy -15 de julio-, traducción de Pirí Lugones (Buenos Aires, 1925 -1978)…:
A VERNON WATKINS
Mousehole,
Cornwall
15 de julio de
1937
Lamento que ésta sea
una carta tan corta e inadecuada, la
próxima vez será mucho mejor.
Querido Vernon:
Si dentro de unas semanas ves una forma
como de perro con una cola desgarrada y ojos de spaniel, la cola entre las
patas que se acerca resoplante y adulón por la grava de Heathersdale, seré yo;
mirá cuidadosamente el lomo grasiento que pide ser pateado, su temblorosa pata
que sostiene una pluma para escribir “Pateame” en el suelo. Merecerá tus iras. Pero
realmente, la Maldición del Mar fue ésta: yo andaba embromando con una copia
del poema, jugando al agradable juego de perder tiempo cambiando, sin que
nadie-lo-pida, el trabajo de otro; y luego cuando me encontré con el Director
para darle los manuscritos que había juntado, ciega y descuidadamente, debo
haber incluído entre ellos la copia para-mi-propio-beneficio y de no-mostrar-a
nadie, en vez del original tuyo. Espero que me perdones: ésa es la verdad. Me preocupé
cuando vi el primer número de Wales
con la versión bodelerizada y debería a los pocos días haberte mandado una
explicación. No Puedo Decirte Más pero tenés derecho a patearme cuando me veas
en Pennard otra vez –que espero será pronto.
Sí, yo también pienso que Wales era buena. En realidad tengo poco
que ver con la dirección aunque cuando Keidrich se vuelva a Cambridge el año
próximo probablemente me ocupe de todo, con vos de colega o como se llame lo
que serás ahí.
Mis propias noticias son muy grandes y
simples. Me casé hace tres días con Caitlin Macnamara; en el registro civil de
Penzance, sin nada de dinero, ninguna perspectiva de dinero, sin amigos ni
parientes, en completa felicidad. Pensábamos hacerlo desde el primer día que
nos conocimos y ahora estamos libres y contentos. Nos vamos a mudar la semana que
viene –por cuánto tiempo depende de muchas cosas pero principalmente de una –a un
gran estudio a unas millas de aquí, en Newlyn, un estudio que está sobre un
mercado de pescados y adonde las gaviotas van a desayunar. Pero voy a tratar de
volver a casa pronto, por lo menos por unos días, con Caitlin; creo que te va a
gustar (ella) mucho; se parece a la princesa que está en la punta del árbol de
Navidad o a una Wendy de escena, pero por amor de Dios no le digas esto a ella.
Escribí tan pronto como puedas y bendecime.
Cariños para toda la familia,
Tuyo siempre
Dylan
Acababa
de aparecer la revista Wales con la
que Dylan tenía una conexión muy desordenada. En ella se publicó un poema de
Vernon Watkins que Dylan alteró levemente invirtiendo una línea y omitiendo
otra. Vernon Watkins le había escrito furioso por esto y hasta se había
dedicado a corregir los ejemplares que encontraba en las librerías.
Dylan
se había ido con Caitlin y sin un centavo a la casa de huéspedes de Wyn
Henderson en Cornwall.
De Dylan Thomas Cartas (1981.
Buenos Aires: Ediciones de la Flor. Selección y prólogo: Constantine
Fitzgibbons. Traducción: Pirí Lugones. Tapa: Smoje. Primera edición 1971.
Segunda edición: diciembre de 1981.)
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2019/08/amor-en-el-hospicio-poema-de-dylan.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2012/07/no-entres-docilmente-en-esa-noche.html
https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2012/07/dylan-thomas-reads-do-not-go-gentle.html
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