viernes, 6 de abril de 2012

Pascua de 1916, poema de William Butler Yeats (1865-1939), en versión de E.Caracciolo Trejo:




















PASCUA DE 1916

Me he encontrado con ellos
Al terminar el día.
Venían con los rostros vivos
De mostradores a escritorios grises
En casas dieciochescas.
He pasado con una reverencia de cabeza
O palabras amables sin sentido,
O me detuve un momento y dije
Palabras amables sin sentido,
Y pensé antes de terminar
En un cuento burlón o en una pulla
Para agradar un compañero
Junto al fuego del club,
Seguros que vivíamos
Donde se llevan abigarradas ropas:
Todo ha cambiado ahora, cambiado totalmente:
Una terrible belleza ha nacido.

Los días de esa mujer pasaron
En ignorante buena voluntad,
Sus noches en discusión interminable
Hasta que su voz era un chillido.
¿Qué voz más dulce que la de ella
Cuando joven y hermosa
Cabalgó hacia los revoltosos?
Este hombre había tenido una escuela
Y montaba nuestro alado corcel;
Aquel otro, su amigo y ayudante,
Tomaba ya sus fuerzas;
Podría haber ganado fama al final,
Tan sensible su naturaleza parecía,
Tan osado y tan dulce su pensar.
Este otro hombre imaginé
Patán borracho en su vanagloria.
Había infligido el daño más amargo
A seres que me son queridos,
Con todo, lo incluyo en mi canción.
Él también renunció su papel
En la comedia intrascendente;
Él también ha cambiado.
Totalmente transformado:
Una terrible belleza ha nacido.

Corazones con un fin solamente
A través del verano y el invierno parecen
Encantados, transformados en piedras
Para inquietar a la corriente viva.
El caballo que viene del camino,
El jinete, las aves que se van
De nube a descendiente nube,
Cambian a cada minuto:
Resbala un casco hasta el borde
Y en ella un caballo chapotea,
Y las aves zancudas allí se hunden
Y las gallinas a los gallos llaman.
Viven de minuto a minuto:
Y en el centro de todo está la piedra.

Un sacrificio demasiado largo
Puede tornar de piedra el corazón.
Oh ¿cuándo habrá suficiente?
Tal el papel del Cielo; el nuestro
Es murmurar nombre tras nombre,
Como una madre nombra su hijo
Cuando llega el sueño, finalmente,
A piernas que corrieron furiosas.
¿Qué es esto sino el anochecer?
No, no la noche, la muerte;
¿Era después de todo, la muerte innecesaria?
Pues Inglaterra puede conservar su fe
A pesar de lo que se diga y haga.
Conocemos sus sueños lo suficiente
Para saber que soñaron y están muertos.
¿Y si un exceso de amor
Los aturdió hasta que se murieron?
—Lo escribo aquí en verso—
MacDonagh y MacBride
Y Connolly y Pearse
Ahora y en el porvenir,
Donde se vista el verde,
Han cambiado, totalmente cambiado:
Una terrible belleza ha nacido.

De Willian B. Yeats Antología poética (1984. Madrid: Espasa-Calpe, S.A. Selecciones Austral. Introducción, selección y traducción por E. Caracciolo Trejo.)


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