sábado, 2 de marzo de 2019
Siete poemas de Fernando Kofman (Misiones, Posadas, 1947) incluidos en su poemario En el anochecer la tevé:
El
hinojo
El se asombra que
pueda escribir
un poema sobre el hinojo.
Comemos de él sus tallos,
su bulbo con gusto a anís.
Antes lo usaban como
té medicinal.
Ahora lo comemos.
Otras verduras están
caras y la gente
no se enamora con él.
Prefieren la carne.
Toros y vacas musculosos
como los muestra
el canal rural.
Es que estamos
comiendo forraje,
me dice él.
Sí, comemos pasturas.
Y esta comida es política.
Sí todo el gobierno
o los diputados
mastican lomo,
o salmón europeo,
aunque lo nieguen
han realizado una elección.
Comiendo hacés política.
Comiendo elegís una
clase, un sitio,
en la escalera
del gallinero.
Despreocupado estás
arriba, lejos de pollos
y gallinas. Ellos abajo
duermen entre el estiércol.
No sé si
tus dudas sobreviven.
El hinojo es político,
porque bien preparado
con miel y aceite,
te habla él solo
de lo que tu plato
no tiene.
Grappa
Asoma el otoño,
y todo el frío
de las montañas
nevadas, se te
instala en los huesos.
Y ese aguardiente
rudimentario,
fabricado con el
pellejo de la uva,
te calienta, hace
que la comida de
la noche, sea
benéfica.
Pero sólo son instantes,
porque el frío arrecia
y la noche también
arrecia. Igual que
tu cuento a la hora
de la cena.
Hablás de Bradbury
y de la ilusión en
un cuento. Alguien
obsesionado por tener
un dibujo de Picasso.
Un buen día, en una
playa, un señor ya viejo
dibuja sobre la arena.
El obsesionado lo quiere
atrapar. Pero no puede.
Picasso, el autor del
dibujo, ya se ha ido,
y nuestro obsesionado
se queda mirando
cómo las olas
lo borran.
El ideal no esta
lejano. Sólo basta
que te lo propongas.
Mudar tu vida
como te cambias
de ropa. Y si tenés
mucha, dásela a
muchos.
Una vida que sea
una pequeña porción
de grappa, en plena
noche, en pleno frío,
en plena confusión.
Viajes
He viajado, no mucho.
Lo hago con más
frecuencia ante la
pantalla. Pero son
viajes frívolos,
sin sustancia.
El viaje muchas veces
es mental, sin moverte
de la silla. Como
cuando unos parientes
de mi mujer que
vienen de Califprnia,
hablan en inglés y
yo escucho.
El viaje imaginario tiene
destellos eléctricos.
La ciudad es un caldero
cocinando varios idiomas.
El chino cruza tu rostro.
El hebreo te puede
despertar de un sueño.
De joven crucé tantas
veces al Paraguay,
como dedos de las manos.
Me quedaron los aromas
y los rostros que me
miraban. Eran sombríos,
como los que dibuja
una dictadura.
He aprendido que se
viaja con los libros, no
con la tevé. A menudo
los que vuelven de sus
vacaciones en otros
países, me hablan de lo
que ya sé: la comida,
el dinero, la ropa.
Casi nada me dicen
de las angustias esparcidas
de los rostros. Es que
nombrar lo que no se
quiere, es como hablar
de la enfermedad.
Dicen que el miedo
no es zonzo.
Modiano
Se le reprocha
A Patrick Modiano
ser un escritor de
un único tema.
Un tema que encierra
muchos temas, como
en ese ovillo donde
los hilos del bien
y el mal están
enlazados.
Modiano desgrana París.
todos sus recovecos
durante la ocupación nazi.
Gente que disfruta de
las mieles del régimen,
colaborando.
Hay judíos, hay mercado
negro. Hay trenes que
salen hacia Polonia,
pero mejor no preguntar.
Lo bueno de estas historias
es cómo se retoca
el pasado. Cómo se
escriben las epopeyas.
Cómo uno se disfraza
de héroe cuando fue
miserable.
No es que el mal no
deja elecciones. Deja
resquicios donde se
puede elegir. Mirarse
en el espejo y no
ver un fantasma.
“Los boulevares periféricos”
de Modiano, son nuestros
boulevares, son nuestras
noches, detenidas en el
pasado, donde en una
casa se celebra una
fiesta, y en la otra
policías de civil,
iniciaban su cacería.
Generación
300 euros
Se los ve eligiendo
meticulosamente,
en los estantes
del supermercado,
o la verdulería.
Dos zanahorias,
un pomelo,
esparragos no, porque
son caros, tallarines,
un poco de polenta.
Así va la generación
de los 300 euros,
hermanos jubilados
como nosotros,
que reciben con eufemismos
la miseria, ahora
denominada “rediseño”.
Si Goebbels viviera
también usaría ese
concepto. Porque al rostro
de la muerte siempre
hay que dibujarlo de nuevo.
Ella está en todos
los imprevistos:
un cólico a medianoche,
una fractura de nuestra
esposa, una Navidad
donde no podemos
invitar a nadie.
Y si invitamos será
con tallarines. Qué
lejos están los días
cuando llevábamos a
nuestros hijos al mar.
Pero ellos no están.
No es que se hayan muerto.
Ellos nos dicen como
en aquella película:
“estamos todos bien”.
Fueron educados
por una sociedad, que
detrás de los festejos,
y las comidas gourmet,
convoca rostros
como salidos de la
película “El padrino”,
y no sabemos que celebran.
Hermetismo
La primera etapa de la
poesía de Montale
fue hermética.
Pasaron más de treinta
años hasta que se pudo
sacar la escafandra.
Era como el barrio
de la Boca, bien genovés,
que siempre se mira
el ombligo.
Lo del hermetismo
es una tara,
un desarreglo psíquico.
Como todo lo que
ofrece la pantalla.
Se toman decisiones
que pueden modificar
tu vida por años.
Son decisiones políticas
entre tres personas.
Ya maduro, Montale cambió.
Se sacó la escafandra
y mandó al hermetismo
de paseo.
Es que se dió cuenta
que si los políticos
quieren vivir en una burbuja,
la poesía si lo hace,
naufraga.
Chinos
Una marea de gente
recorre Shangai,
ascendiendo a su tren bala
o conduciendo sus autos.
Esa mirada inescrutable
que se posa en mí
cuando compro en el
supermercado chino,
o deambulo frente a
la iglesia de Pompeya
es un espejo de la
gran ciudad china.
Y estos rostros cotidianos
que me cruzan en
cualquier calle,
son como si llevaran
dibujada una interrogación.
El vértigo del señor Hu
cuando me da monedas,
o de la señorita Yang
cuando me sirve el chopsuey,
también quiere saber
qué dicen nuestros rostros.
Han aprendido que en esta
ciudad la vida es etérea.
A nosotros por unas monedas
nos mata cualquiera.
A ellos, sólo los ejecutan
otros chinos.
De Fernando Kofman En el anochecer la tevé (2013.
Buenos Aires: Ediciones La Carta De Oliver.)
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