lunes, 30 de septiembre de 2019
Dos cartas de Stéphane Mallarmé –traducidas por Hugo Savino- a Méry Laurent fechadas en un día como hoy Lunes 30 de septiembre pero del año 1889 y la del martes 30 de septiembre de 1890…:
Valvins, Pero Lunes por la noche
(30 de septiembre de 1889)
Mi palomita, lo que
esperaba era una palabra tuya, y la tarjeta que se le adelantaba tuvo que
llegarte esta mañana, estuvo metida dos días en el bolsillo del infiel Groscaude.
Todo sigue igual, en cuanto al regreso, nos veremos el miércoles a la noche, y
la impresión es que falta todavía mucho para eso.
Te leí ayer a la noche, cuando volvía
de una larga calaverada; durante tres días, imagínate, anduve de amigo en
amigo, como esos borrachos, que van haciendo eses de un cabaret al otro, y
nunca encuentran el último. Así son las despedidas.
Hoy la tarea infame, agravada por una
lluvia incesante, de arreglar todas las cosas del jardín, mejor no hablar del
agua, para el invierno, y (te estás riendo) la ceremonia de embalar mis
papeles. Además, ocurre que volví a encontrar, mientras quemaba cartas y
respiraba por última vez las tuyas de esta temporada, la pobre esquela que
había comenzado a escribirte Villiers. Toda su desaparición está en el espacio
en blanco que sigue a este pensamiento que una vez más va hacia ti.
Adiós,
ya te beso mejor, parece, que por escrito.
Tú
Stéphane Mallarmé
Valvins. martes (30 de septiembre de 1890)
Mi palomita
Todavía estamos
deshechos, muy trastornados. La otra tarde, el sábado, hice enganchar los
caballos, para llevar tu carta a un
buzón perdido y hacer una visita, al pueblo de Champagne. Como el caballo
estaba atado a un poste de la casa amiga, sobre en un muelle angosto y abrupto,
estábamos tranquilos, porque sabíamos que era muy dormilón. De repente Geneviève,
que miraba por la ventana se precipita afuera, pega ese grito: ¡El coche está
en el río! – Llegué a tiempo para ver a la pobre bestia, arrastrada,
retrocediendo, por el peso del cart, hacia la parte baja del talud a pico, nadaba
desesperadamente en un agujero de agua, luchaba en contra de una corriente
violenta, luego desapareció, con todo lo que llevaba, solo quedó, por un
instante, el mango del rebenque; después nada. Imagina nuestro terror; después
de la angustia. Una hora más tarde, volvíamos en una carreta de campesino
arrastrando bajo un hermoso claro de luna nuestro coche que regaba el camino…
Geneviève todavía está muy agitada, arreglé el entuerto con el hombre que nos
alquiló el coche, pude zafar con doscientos francos y enseguida alquilé un poney, para que Geneviève
no se quede por esos pocos días con esa impresión. La propietaria no tuvo
problemas en seguir alquilando Valvins, y eso nos dio un poco más de
tranquilidad. ¡Pero de qué modo siempre estamos en vísperas de un accidente
posible! Este relato ocupó toda mi carta; apenas queda un poco de espacio para
agradecerte las noticias sobre Brown, que me hacen abrir el Echo* temblando,
todos los días. En cuanto a besarte, ya lo ves, es en los rincones, te das
cuenta, donde se hace eso.
Stéphane
Mallarmé
*Diario
de la época
De
Stéphane Mallarmé Cartas a Méry Laurent
(2004. Buenos Aires: leviatán. Traducción, selección y prólogo Hugo Savino.)
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