ESTATUA GRIEGA
Con la ayuda de la gente y otros elementos
el tiempo ha hecho en ella un gran trabajo.
Primero la despojó de la nariz, después
de los genitales.
Luego de los dedos de las manos y
los pies,
con el paso de los años de los brazos,
uno tras otro,
del muslo derecho y el muslo izquierdo,
los hombros, las caderas, la cabeza y
las nalgas,
y lo que caía se convertía en pedazos,
escombros, gravilla, arena.
Cuando así muere alguien vivo,
brota mucha sangre en cada golpe.
Empero, las estatuas de mármol
mueren blancas
y no siempre del todo.
De la que hablamos ha quedado el torso
y es como el aliento retenido de la respiración,
porque ahora debe
atraer
hacia sí
toda la solemnidad y la gracia
del resto perdido.
Y eso lo consigue,
eso aún lo consigue,
consigue y deslumbra,
deslumbra y perdura.
El tiempo también merece aquí un elogio,
porque ha hecho una pausa
y algo dejó para después.
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