La música de
las aguas
En ocasiones
pienso que todavía puedo oírla, la sinfonía
coral del océano: los
sonidos del sordo tambor
en la caleta
golpeada, la música de arpas de viento
atravesando los
esqueletos de grandes peces. Tantas cosas
relacionadas con
el agua, pues ésa era una isla y el oeste,
con la volubilidad
de la lluvia. Cuando hacía mal tiempo
nos encontrábamos
ante diversas ilusiones
de hallarnos en
otros hogares, desarrollamos alas de ángel
en las vigas del
granero o recogíamos sábanas y escobas
para navegar
barcos de tres mástiles en la sala de estar.
Cuando nos
convocaban a la disciplina del rosario, rezábamos
los ángeles custodien
nuestras almas del pecado montando guardia
desde los cuatro
extremos de nuestras camas. Cuando me fui
gradualmente confundí
las palabras del mar, la música del mar
entre los secos y
quietos desiertos de las noches suburbanas.
Pero la tierra
atrae, y en ocasiones las tormentas
que recorren
furiosas las calles y los muros de piedra
amainan un poco y
silban una vez más una música casual
con un fondo de
timbales y las notas alzadas de las tensas
cuerdas de los
cables, dejándome aún con mi fe e ilusiones,
mientras camino por
las riberas de la ciudad, diciendo alabanzas.
De John F.
Deane Lejano país y otros poemas (2011. Córdoba – Argentina: Alción
Editora. Selección poética y traducciones: Esteban Moore)
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