miércoles, 15 de mayo de 2024

"Pulso sónico", texto escrito y leído -a modo de cierre experimental- por Adrián Cangi especialmente para la multitudinaria presentación a sala llena del libro "Música experimental argentina. Un pulso sónico inagotable" de Eugenio Fernández & Omar Grandoso en la Biblioteca Nacional, más precisamente en la Sala Cortazar, el pasado jueves 2 de mayo de 2024:


 

Pulso sónico

Presentación del libro Musica experimental argentina. Un pulso sónico inagotable, Eugenio Fernández & Omar Grandoso. Biblioteca Nacional. Sala Cortazar, 2024.

 

Por Adrián Cangi

 

a Omar Grandoso

 

“Todas las mañanas del mundo son caminos sin retorno”. ¿Por qué aquel hombre frío y adusto, seco de carácter y siempre de negro, vive aislado en el summun de su oído? Unas preguntas insisten en los músicos de su época, ante el aislamiento extremo de aquel hombre en el jardín estrecho y cercado que daba al río de su propiedad: “¿Tocará esos aires esta noche? ¿Es la noche adecuada?”. El músico Sainte Colombe originario del sudoeste de Francia, vivió casi sin biografía conocida. Aislado por decisión propia después de la muerte de su joven amor, dedica su vida a una hosca interioridad. Vive en diálogo con el fantasma de su amada, mientras cuida de sus dos hijas. Se deja llevar por los colores y tonos de las estaciones, por el río de su angosta propiedad y el flujo del tiempo. Se reduce a una angosta cabaña de madera con un taburete y fieltro de pana verde para su instrumento, rodeado de un seto violáceo en primavera. Se cree que era torpe para todos los oficios, sin dejar de observarlos en sus andanzas invernales. Descubre una forma distinta de sujetar la viola entre las piernas sin que descanse en la pantorrilla. Añade una cuerda baja al instrumento para que suene aún más grave y melancólico. Perfecciona la técnica del arco, aligerando el peso de la mano y cargando la presión solo en las cuerdas, con ayuda del índice y el medio. Se lo conoce como aquel que introduce la séptima cuerda de la viola y se lo considera maestro de violagamba.

Rezan pocas líneas escritas sobre la vida de Monsieur de Sainte-Colombe, nacido hacia 1640 y muerto hacia 1700, también conocido como Jean de Sainte-Colombe, destacado compositor de violagamba. Maestro del también famoso violagambista cortesano Marin Marais. Se conocen muy pocos detalles de la vida del compositor: ni el nombre de sus padres ni las fechas exactas de su nacimiento y muerte, si bien las investigaciones más recientes permiten descubrir que su nombre de pila habría sido “Jean” –otras fuentes mencionan el nombre de Augustin d'Autrecourt, Sieur de Sainte-Colombe– y que habría tenido como profesor a Nicolas Hotman, especialista de tiorba –instrumento semejante al laúd barroco– y también, de viola. Tenemos noticias de su talento porque compone La tumba de los pesares, obra dedicada a la muerte de su esposa. Gesto que lo convierte en un mito viviente, gracias al decir oral de sus alumnos, entre los que se encuentran los mayores tratadistas y exponentes de la viola, el señor DanovilleJean DesfontainesMarin MaraisPierre Méliton y Jean Rousseau. Tanto en la novela original de Pascal Quignard como en la película homónima de Alain CorneauTodas las mañanas del mundo, se lo presenta como un hombre austero y alejado del ambiente de la corte francesa.

Compone en secreto Los llantos, Los Infiernos, La sombra de Eneas y La barca de Caronte, obras que emergen de las fantasías de su jardín y de la visita de su amada muerta. Piezas que solo comparte con sus hijas mientras las educa en el arte del instrumento, sin aceptar a ningún discípulo externo a su pequeño circulo. El insistente músico de la corte, el señor Marais, corteja y seduce a sus hijas para ser aceptado en su entorno, aunque resulta rechazado durante toda su vida por el maestro, por su elección técnica de esplendor, antes que por la experimentación de una emoción vivida. Marais busca en su vida un intersticio para acercarse al mito del “maestro del dolor” y, después de mucho intentarlo, seduce y enamora a las hijas del compositor. Una de ellas sobrevive y se casa con un hombre de oficio, mientras la otra, a quien ama y abandona embarazada, muere frente a su padre. Una dura noche invernal, en el ocaso de la vida del compositor y en la crisis de sus artificios sonoros en la Corte, Marais enfrenta agudas preguntas para las que no tiene respuesta. Sainte-Colombe, antes de morir le confiere su obra en 1689, como un “pequeño abrevadero para que beban aquellos a quienes el lenguaje ha traicionado”. ¿Es un modo de venganza poética del maestro, ante la seducción y el artificio del nunca discípulo, aceptado por la Corte, aunque rechazado por el experimentador? Es así como Sainte-Colombe lo convida a tocar juntos su obra Los llantos. “En el instante en que el canto de las dos violas ascendía, se miraron. Lloraban”. Corrían las lágrimas por las mejillas, mientras el sonido traía a la presencia, los fantasmas de las muertes amadas.

¿El compositor inglés Henry Purcell, habrá compuesto sus 7 fantasías para viola, pensando en Sainte-Colombe o en Marin Marais –algunas agrupadas en tres, que a su vez constan de tres o cuatro partes, aunque dos de estas piezas se titulan in nomine (con seis o siete partes cada una)–? No lo sabemos, aunque lo intuimos. Sus composiciones buscan una pieza musical más antigua como cantus firmus para componer las fantasías. Cantus firmus es una melodía previa, que sirve de base de una composición polifónica, y que en ocasiones se escribe aparte para ser tocada en notas de larga duración. En esa escritura aparte, viven las partituras de Sainte-Colombe. Tal vez, Hernán Vives, excelso experimentador local, pueda responder en nuestro medio con precisión. NS O28 / Música para Tiorba 1 de Noseso records, revela un pulso sónico que me acerca a Sainte-Colombe.

¿Puede ser reparada y transformada por el temblor del ritmo la herida abierta en la superficie del mundo a través del lenguaje? No hace falta hablar, indican los gestos de la foto que miro de la poeta y filósofa Chantal Maillard, aunque la figura formula una pregunta en silencio: ¿habrá algún camino de vuelta de los cuerpos ajenos, de sus biografías o de sus vidas silenciosas? En el fragmento 346 del diario Filosofía en los días críticos anota: “No, no hace falta hablar. Hemos hablado demasiado. Ya no, ya no hace falta. Lo importante se dice de otra manera. Sin anécdotas, sin trabas, sin juicios”. ¿De qué mudez o de que silencio extraerá el próximo gesto? No es extraño que Maillard se quede pensativa o en silencio durante una respuesta en una clase o entrevista. Desconfía del lenguaje, lo deshace. Teje como Penélope y lo mata como Medea. Evita sus trampas. Las palabras siempre tienen forma de laberinto. Busca el sentido de una impulsión vivida o de un pulso vital, para dar gesto a signos como “migas” y a vacíos como “silencios”. Vive entre el dolor y el hueco, en la distancia poblada de deseo. En la La herida en la lengua (2015), Maillard trae a la presencia los fantasmas del dolor a la palabra. Nos invita a descreer del desconsuelo, para erradicar el miedo y liberar la potencia. ¡El presente es lo único que hay! ¡Vibrar y observar! ¡El dolor es el velo! ¿Puede actuar el deseo sobre el dolor para conjurarlo y transformarlo en otra cosa?

Se pregunta con insistencia en su diario: “¿Quién puede alcanzarme?”. “¿Qué mano?”.  En el fragmento 17 anota: “Cuando el deseo se vuelve doloroso, teje”. En el fragmento 64, escribe el anatema: “La música no. Ya no”. “La música no, ya no. Es demasiado estrecha”. La maldición del anatema se implica, complica y explica en el cuerpo herido. Cualquier estrechez es la razón de la idea de infinito. ¿Cómo la música? Aunque la poeta agrega en el fragmento 331 del diario, “Espero una nota en una pieza de jazz, y no se da. En lugar de ella hay un hueco, un silencio aparente, sólo aparente, porque el oyente la ha puesto en el hueco, la ha oído mentalmente. ¡Cuánto placer intelectual como vibración corporal! “El ahora y la nada se parecen sin proyecto, sin mañana, sin más allá, sin fin, sin comienzo, sin pasado, ahora, ahora, ahora”, repite la poeta.

Pensamos que la pluralidad vital de los pulsos sónicos, como modos y maneras de un arte de vivir, insistir y resistir, se escabullen entre las tensiones rítmicas de la duración. Contra los pensamientos del signo, de la melodía y de la representación imaginaria, resuenan sonoridades de orígenes inciertos o pulsos sónicos singulares cortados por la cacofonía de una vida. Solo una historia extrema de las sonoridades podría desalojar una música de la obediencia: a los ancestros, a las jerarquías, a los nacionalismos tribales o a cualquier poder. Quizás deshumanizando tanto la voz como a cualquier instrumento, desgranando en su materialidad los ruidos de lo vivo y lo abiótico sin distinción, solo tal vez así, lo que concebimos como música pueda dejar de hacer signo o pedagogía del gesto sonoro. Contra una teología de la música que la ubica como alabanza de un mundo dado, la interrupción por el silencio o por el ruido, puede “descrear” las sonoridades existentes.

El estudiante más famoso de piano de Beethoven, el compositor Carl Czerny, escribió en 1842, que el segundo movimiento del Piano Trío en Re, el Largo assai, le recordaba al fantasma del padre de Hamlet. Estaba cerca. La evidencia de las páginas del cuaderno de Beethoven sugiere que el compositor estaba discutiendo una ópera del Macbeth de Shakespeare con el dramaturgo Heinrich von Collin en el momento de la composición. Las palabras “Macbett” y “Ende” aparecen como indicios cerca de los bocetos para el Largo. El movimiento “Fantasma” estaba destinado a una escena de las tres Brujas de la obra de Macbeth. El apodo de Czerny se mantuvo; hoy la obra se conoce como “Trío Fantasma”. El movimiento medio se introduce con inquietantes y sostenidas tres notas en las cuerdas, luego de lo cual el piano responde con tristeza. Las cuerdas de piano alternan de esta manera a través de la introducción, estableciendo el estado de ánimo del Largo. Las oscuras melodías en Re menor de la exposición se vuelven contundentes en su repetición. Al comenzar el desarrollo, Beethoven modula brevemente a Do mayor, luego pasa rápidamente a través de varias claves para restablecer la atmósfera tensa. ¿He aquí uno de los tempos experimentales de un pulso sónico? El final del movimiento se caracteriza por pausas y paradas, por estallidos abruptos e intermitentes. Con todas sus cualidades fantasmales, los efectos del movimiento se logran de manera simple, con lentos crescendos y diminuendos, cromatismos y silencios, así como el uso del tremolando.

Para activar aún más el movimiento “Fantasma”, Beethoven hizo los movimientos exteriores más cortos –cada uno de unos seis minutos de duración revelando una modulación del ritmo sónico– y mucho más directos en estilo, dando al trío entero una forma arqueada. El primer movimiento comienza con una figura rítmica de movimiento rápido, tocada al unísono con gesto vigoroso; el material temático principal del movimiento se toca dentro de los primeros compases. El tercer movimiento, después de la perturbación o incluso la casi perturbación que el oyente ha experimentado en el movimiento central, es un retorno a una escritura más lúcida, y sirve como un alivio cálido. La música deja fuera los agudos contrastes de los dos movimientos precedentes y en su lugar fluye tan serena como fluida hacia el final. Aunque Beethoven nunca abandonó realmente el lenguaje armónico clásico, las obras de su segundo período, incluido el “Trío Fantasma”, se alejan gradualmente de los modelos clásicos en cuanto a su duración e intensidad, así como a su innovación. ¿Se trata de la Idea de una Intensidad de un ritmo sónico anticipador? Con pudor de iniciados, creemos que sí.

La pieza se hizo cada vez más difícil, incluso para los mejores intérpretes de la época. El período intermedio de experimentación, que duró aproximadamente de 1802 a 1812, comenzó cuando Beethoven se enfrentó a su sordera emergente durante una estancia de seis meses bajo órdenes médicas en el pueblo de Heiligenstadt, en las afueras de Viena. El resultado no fue una cura para su sordera, sino la resolución de la crisis por parte del compositor, tal como se establece en el famoso Testamento de Heiligenstadt. Esta carta, dirigida a sus dos hermanos, y encontrada sólo después de la muerte del compositor, admite el alcance de su pérdida de audición, y el miedo y la vergüenza resultantes que Beethoven sufrió. La música escrita durante estos años es notable, no es sorprendente, por su expresión de resistencia y lucha, así como por su proceso de experimentación. Los tríos del Op. 70, escritos en Heiligenstadt en 1808, se encuentran entre la Quinta y Sexta sinfonías y la Séptima y Octava sinfonías. Como cada una de esas sinfonías fabricó un problema auditivo para su tiempo. El erudito Lewis Lockwood dice de “Trío Fantasma” que “eleva el género a un nivel desde el cual la literatura de piano trío posterior podría avanzar”. Al final del segundo período de Beethoven, concebía la música de cámara en una escala aún más sinfónica y experimental. Aquí, con ustedes y frente a ustedes, celebro a los cuerpos del dolor, herejes de un pulso sónico inagotable.








A continuación dos tracks de Hernán Vives mencionados en el texto "Pulso sónico" de Adrián Cangi y algunas postales del cierre con su lectura mágica del mismo en la multitudinaria presentación:



https://nosesorecords.bandcamp.com/track/saku-vives



https://nosesorecords.bandcamp.com/track/parco-n-1





















2 comentarios:

  1. Gracias Nicolás por tu entusiasmo y tu enorme apoyo en este proyecto que realizamos junto a Eugenio Damián Fernández.

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ustedes Omar, han parido un auténtico milagro argentino, felicitaciones y felicidades & larga vida a toda la Música Experimental Argentina! :) FNDB

    ResponderEliminar