domingo, 18 de octubre de 2020

Otros dos fragmentos favoritos de “textos del ocaso” del escritor y poeta sueco Artur Lundkvist (Escania, Suecia, 1906 - Estocolmo, Suecia, 1991) leídos en la entrega reparadora del Premio Nobel de Literatura a Jorge Luis Borges el 20/03/2015 en Yapeyú, barrio porteño de Almagro junto a Lea Uría García y Gustavo Nielsen en el evento “Aurora boreal y resonancias escandinavas”:

 

















Tú recuerdas los libros mejor que las caras, para ti los libros son muchas veces más reales que las gentes (¿no ha dicho alguien que si ciertas personas fueran libros él no las leería?) Los libros se abren y te dan parte de su vida como la gente sólo hace muy raramente, y por lo general los libros no exigen de ti más que un poco de atención.

 

    Nadie comparte tu soledad con más paciencia y dedicación que los libros. Ellos te hablan con voz bajo pero penetrante y confidencial, ellos se callan cuando tú quieras sin obligarte a nada. Los libros tienen siempre tiempo para ti cuando tú tienes para ellos, ellos te esperan en fila silenciosa sin formar tumultos entre sí ni en contra tuya.

 

     Tampoco necesitas cuidarte de los libros, no tienes que defenderte ni esforzarte por representarte a ti mismo, como seguramente te ves precisado a hacer ante la gente aunque sean tus amigos más cercanos. Con los libros puedes ser un algo, o un nada, o como mejor te parezca.

 

     Un libro nada te exige, no tienes que comprenderlo todo necesariamente o vivirlo en todo cuanto te brinda, tampoco estás obligado a amarlo ni a pensar de él esto o aquello, todo es total y únicamente cuestión tuya. Y aunque te le duermas delante el libro no se enfada, no, con un libro estás solo, en paz, y sin embargo en compañía de alguien.

 

    Los libros son tus amigos más fieles, tus verdaderos hermanos y hermanas, difundidos por el mundo entero y sin embargo visitándote en tu propia casa. Ellos vienen con sus regalos desde todos los puntos cardinales, te comunican su fe y su duda, su ansia y su congoja, te conducen por el silencio de ciudades y el murmullo de los montes, a través del tiempo avanzante y del espejismo hinchado de los sueños.

 

    ¡Cuán agradecido deberías estar de que te haya tocado vivir en la era de los libros!

 

 

Es un libro que alguna vez leí y que ya he olvidado pero ahora, de repente, pienso en él y me dan ganas de leerlo otra vez. Entonces comienzo a buscarlo en estantes y pilas de libros pero no, no está en ninguna parte, a pesar de que sería increíble que alguien lo hubiera robado o que yo lo hubiera perdido.

 

     Lo peor es que no logro recordar el título del libro ni el nombre de su autor, sólo me queda en la memoria un reducto de la impresión que su lectura una vez me causó, por eso no puedo ni comprarlo ni conseguirlo en otra parte, no sé de qué libro se trata hasta que lo tenga en las manos y lo reconozca, si es que de verdad pudiera reconocerlo.

 

    Este libro perdido no me deja en paz, continúo buscándolo semiconscientemente incluso después de haberme resignado a su pérdida y sin cesar intento recordar su título y su autor, que a veces me parecen a punto de emerger del olvido.

 

    Igualmente me esfuerzo por recordarlo en todos sus detalles, de su contenido, de cómo está escrito, de qué sentimientos dejó en mí, y aunque es muy poco lo que logro recordar esto hace el libro aun más atractivo, enigmático, prácticamente insustituible, un estímulo inigualable del que no me privo sin gran dificultad.

 

    Entonces empiezo a sospechar que nunca lo leí profundamente ni con la suficiente penetración con que tal vez debí, que sin duda soslayé algo esencial en él y que la percepción de esa pérdida ha vivido en mí latentemente durante los años pasados desde que lo leí.

 

     ¿Qué hacer ahora que no puedo hallarlo ni estar sin él? Esta pregunta me la formulo a mi mismo cada vez más inoportunamente, una y otra vez durante el día y al despertarme en la noche, y hasta medio dormido y en sueños.

 

     Finalmente comprendo que la única salida es que yo mismo me ponga a escribir este libro, re-crearlo parte por parte, sacarlo más o menos del subconsciente, del ansia que me inspira, de la imagen cada vez más intensa que de él poseo, escribir de nuevo ese libro aún en caso de que nunca haya existido.


De Artur Lundkvist Textos del ocaso (1984. Barcelona: Montesinos Editor, S.A. Traducción de René Vázquez Díaz.)

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Coda argento-sueca: ¡Sí! El 20 de marzo de 2015 en un evento que organicé para festejar una nueva visita de Lea Uría García al país aprovechamos en un fluído y sentido homenaje reparador a entregarle el Premio Nobel de Literatura a Jorge Luis Borges. Adjunto link del evento, incluso hubo uno en "caralibro" y fabuloso flyer que diseñó mi compañera de vida Vikini Amarillo. Tal vez hubo algunas fotos que no se llegaron a compartir en su momento y el tiempo indiscutible fue pasando y pasando... Como sea, estos fragmentos de "textos del ocaso" recuerdo haberlos samplealo en vivo y en directo aquella noche en el barrio porteño de Almagro para contextualizar reparación y conexiones cándidas argento-suecas insospechadas que algún día retomaré o no... Continuará...

FNDB

https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2015/03/blog-post_19.html



















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