viernes, 18 de septiembre de 2009
En vísperas de nueva primavera, tras días grises...
Estamos ya inmersos en otro nuevo fin de semana, de cara a la primavera que viene llegando, con un estado climático más alentador respecto a las precipitaciones, lloviznas, vientos y mucho frío de días pasados aunque seguirá fresco. Dato este garantizado por el servivio meteorológico nacional al que acabo de consultar, dado que esta noche trabajaré en una fiesta de 15 como disc-jockey, mi trabajo desde hace muchos pero muchos años. Poco y nada suelo escribir sobre eso: sobre el pasar música, sobre ser un jinete del disco desde antaño, desde antes que a los disc-jockeys los llamaran por aquí dee jays, y proliferaran por todas partes antecedidos por la d y la j. Nunca escribí sin embargo que suelo consultar llegando al fin de semana el SMN para preveer algunos infortuitos e imprevistos en mi lavoro de fiestas y estar a tono cuando los mâitres y familiares más cercanos de los agasajados de turno, empiezan a inquietarse al ver que el cielo no está despejado y empieza a correr un vientito...
Recuerdo un mediodía de sol radiante -como el que veo este sábado 19 de septiembre a las 12:03 entrar por mi ventana-, en una quinta enorme y fastuosamente rancia por la zona de Castelar, una fiesta de casamiento al mediodía para 300 personas. El sol quemaba a media mañana pero de a poco empezó a nublarse, no habían previsto los padrinos contratar una carpa gigante por si acaso lloviese o hubiera mal clima. Tampoco sé si hubieran conseguido tan facilmente una carpa. Ni hablemos de baños químicos. El rubro eventos estaba en pañales, lejos del emporio que conocemos actualmente y creo que se dejaba en manos de Dios o de la Madre Naturaleza o librado a la buena suerte esas cuestiones climáticas con tal de cumplir con el rigor y el deber de los festejos. Los novios de aquella fiesta se casaron en una Iglesia por la zona de San Telmo y desde allí -despues de saludar en el ingambeteable atrio- vinieron en caravana junto al resto de los invitados hacia la quinta donde los estábamos esperando (¿Ya existía la Autopista del Oeste?). No existían los celulares, los compact discs, las canciones no se bajaban en un par de minutos por Internet y si había computadoras en algunos hogares serían Commodores 64 para jugar. Había dejado yo correr el disco Vibraciones Trasnoche 86, sonaba Steady de Jules Shear, cuando vi al parrillero y a su ayudante desesperados con dos cajas dirigiéndose al portón de entrada. Hacían señas con sus brazos - y levantaban unas cajas que resultaron ser de sal Dos Anclas- llamando a todo el personal que había venido a trabajar desde muy temprano y que esperaban con todo listo, el arribo del malón hambriento de invitados. Hacían señas como si hubieran llegado hasta la orilla del mar y pedían el auxilio del bañero porque vieron a alguien ahogándose y no lo podían salvar por su cuenta. Señas a los mozos, a mi, a los plomos-ayudantes-amigos-compañeros de colegio que me acompañaban entonces, a los caseros del lugar... Todos corrimos al portón de entrada ante la inclemencia de sus señas. Tomó la palabra el experimentado parrillero: "Va a llover en ratito, viene tormenta pa´cá. ¡Catástrofe, Ca-tás-trofe!". Su jóven ayudante intentó calmarlo un poco y nos dijo: "Lloverá. Sólo nos queda intentar una macumba a conciencia. No se rían. Lo aprendí en un campamento trabajando con una colonia de vacaciones y dió muy buenos resultados. Habíamos acampado al borde de un río y estábamos destinados a una tragedia con muchos niños ahogados, muertos, desparecidos y con pocos sobrevivientes. Funcionó aquella vez y funcionará ahora con la energía y buena predisposición de todos ustedes". El día estaba gris, a punto de largarse a llorar - como veo ahora a las 13:41 en este 19 de septiembre desde mi ventana-. Nos mirábamos entre todos atónitos, mirábamos las 30 mesas redondas perfectamente armadas, mis bafles -las bandejas Technics, potencia David Hafler, mixer Numark 1650 y cajones de discos estaban de milagro, debajo de una galería cubierta porque no me alcanzaba el cable de 220 para montar la cabina entre dos eucalíptus gigantes- y vislumbrábamos ya el caos que se avecinaría en breve. El ayudante del parrillero nos hizo colocar en círculo, dijo unas palabras raras y sin salirse del interior del círculo añadió que giráramos en dirección inversa a él. Iba tirando sal al pasto y con un jeringozo notable que emitía de su boca, marcó el ritmo acompasado de la ronda. Por un momento pensé en los azerrines volcados sobre las áreas de canchas de fútbol para que los partidos impostergables se jueguen. Cuando dió por terminada su labor, nos pidió que hiciéramos una reverencia al pasto, otra al cielo y que nos dispersáramos rápido a cada uno de nuestros puestos de trabajo. La ceremonia capitaneada por él para impedir la tormenta, fracasó rotundamente. Media hora después -todavía sin estar los invitados presentes-, se largó a llover en forma torrencial. El estoicismo del mâitre en ese momento fue formidable. Frenó algunos impulsos vanos de su personal por levantar la vajilla de las mesas y decretó para el recuerdo esta sentencia: Serviremos choripan, morcipan y vacío al pan en mano. Tranquilidad y mesura. No hay lugar adónde ir. Que los invitados vean que los estábamos esperando con todo en condiciones. Hay que servir. Quiero 2 mozos bandejeando chimichurri, el resto meta bombardeo de sandwiches. Ahora mismo iremos al pueblo por más pan. Recuerden que nos pagan por servir. Hay que servir hoy con barro y con lluvia. Hay que servir al borde de una neumonía. Siempre habrá que servir. Esta es gente muy bondadosa, los conozco de otras fiestas, son clientes, ¡la propina la tenemos asegurada! Después, se dirigió a mi. Yo tenía 15, tal vez 16 años como mucho, no más edad que esa. Miró las bandejas Technics SL-D2 y SL-B1. Justo había puesto con rápida destreza en la SL-D2, el Lado A del Vibraciones Trasnoche 86. Sonaba impoluto el Never Surrender de Corey Hart, seguía lloviendo sin parar en el parque y era imposible augurar nada bueno porque la quinta no tenía lugar para albergar tanta cantidad de gente, salvo su grandioso y vasto parque a horas de convetirse en laguna. El mâitre se distrajo frente a la tapa del disco (una modelo sonriente, vestida de fiesta, recostada sobre una barca con fondo empedrado) e instantes después me dijo: ¿Y vos pibe?, ¿qué me contás? ¡vas a tener que iluminarte con tus disquitos! Vas a tener que ganarte el mango hoy como nunca y más que ninguno de nosotros! Todos nos vamos a apoyar en vos hoy. Yo, mis mozos, el parrillero, su macumba imbécil, los novios y los invitados que están viniendo para acá y en cualquier momento llegan desesperados. ¡Todos!, ¡entendiste pibe! ¿Querés que te lo repita por si no me escuchaste bien? Siempre nos vamos a apoyar en vos aunque no nos crucemos nunca más en la vida. Hoy, mañana, pasado mañana y en el futuro: el éxito de las fiesta quedará en tus manos. Creo que no me estás escuchando bien. Te lo resumo para que te expliquen tus amigos sinó: Por más mejor morfi y chupi del bueno que haya, el éxito de la fiesta está en tus manos, sólo en tus manos.
No sé por qué mantuve hasta ahora demasiado disociado de la escritura mis reportes sobre fiestas, con que a veces suelo acaparar la atención en reuniones de amigos y animarlas por un rato. Este es un intento de conectar y conciliarme por escrito con mi trabajo desde que era adolescente: pasar música en fiestas, disc-jockey, dj, cómo a ustedes más les guste.
Anoche fui a la inauguración de la muestra de Lucila Poisson en Sofitel por la calle Arroyo, -a metros de una galería donde estuvo Big Bear Records- y cuando estaba saliendo a la calle, me crucé con Jose (así, sin acento), ex colega dj, que también había ido a ver los laboriosos hilados en los "Poemas Subyacentes", aún por descubrir y redescubrir. Hablamos 5 minutos. De sus discos -todavía los tiene-, de sus equipos -los vendió y algunas cosas volvió a comprar-, de los tiempos del club, de voley, de fiestas en La Casona para El Nacional o en la casa de Carla o Georgina para sus quinces y de enganches que hacía, canciones que enganchaba, que le recordé y ya no recordaba. Jose me comentó que mañana, por hoy, con Pablo y Diego, otros históricos jinetes, pasaban música en una fiesta retro de los 80 en un bar rugby. Quedé en pasar a saludarlos si mi fiesta de 15 terminaba temprano, lo dudo realmente. La quinceañera de esta noche se llama Sofía y entrará con una canción de Tiziano Ferro. Los novios de aquella fiesta por Zona Oeste entraron con el tema de amor de la película Dirty Dancing, (I´ve had) The time of my life , que era el tema hit del momento. Jose fue el primero que tuvo esa canción, en un simple importado de 45 RPM y la usaba a veces para largar el baile y otras para cortar los lentos. En aquella fiesta, corté la música a medianoche, seguía lloviendo a cántaros pero nadie maldecía ya a la lluvia. Era hora de cerrar, es hora de ir cerrando -17:03 del ya despejado sábado 19 de septiembre-. Agarré el micrófono y anuncié un último tema -otra vez El tiempo de mi vida-. Quedaban un poco más de 50 personas cuyo deseo era que la fiesta no terminara nunca, adentrándose durante casi los últimos 5 minutos, en el baile más sucio que se puedan imaginar.
¡Feliz Primavera!
Nicolás
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¡Nico felicitaciones por el nuevo blog y feliz primavera!
ResponderEliminar¡Muchas Gracias A mi DJ favorito dijo...por las felicitaciones y augurios primaverales!
ResponderEliminarN.
que se venga el libro de crónicas!
ResponderEliminarsaludos,
Bárbara
Salud! Muchas Gracias! Viene llegando pero antes: "Sueños con Lavadoras y otros poemas", sucesor de DAO.
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