El Mar
EL MAR RETUMBA COMO UN
COMBATE ANTIGUO. Qué acarrea allá abajo? Tomates, toneles, toneladas de
truenos, torres y tambores. Cuando estremece sus ferreterías se estremece mi
casa. La noche se sacude, el sonido alcanza un oscuro paroxismo en que ya no
sabemos nada, en el entresueño, en la espesura del apogeo tempestuoso, despertando
a destiempo cuando el golpe de aquella ola gigante se fue por la arena y se
convirtió en silencio.
El Mar
LO INQUIETANTE ES LA
GRAN BARRIGA AZUL, grávida y grave, que se mece, despaciosa, que no viene ni va
ni ataca ni acecha.
Qué va a nacer?, pregunta el hombre a la
tranquilidad redonda. Y poco a poco va meciéndose y durmiéndose, metido una vez
más en la cuna terrible.
El Mar
ME RODEA EL MAR, me
invade el mar: somos salobres, mesa mía, pantalones míos, alma mía: nos
convertimos en sal. No sabemos qué hacer en las calles, entre la gente
apresurada, en las boticas, en el baile, perdimos las costumbres, las palabras
en clave para comprar y vender. Nuestra mercadería fueron algas relucientes,
serpentinas o foliáceas, pétalos enyodados, mariscos sangrientos. La sal de la
espuma nos chisporroteó de tal manera, la sal del aire nos impregnó como si fuéramos
una casa perdida, hasta que circuló sólo salmuera en las habitaciones.
El Mar
LA SAL DE SIETE LEGUAS,
la sal horizontal, la sal cristalina del rectángulo. La sal borrascosa, la sal
de siete mares, la sal.
El Mar
ESTE CERCO, ESTA PUERTA
HACIA LO ILIMITADO, y por qué?
Heredamos los cercos, los candados, los
muros, las prisiones.
Heredamos los límites. Y por qué?
Por qué no rechazamos a la hora de nacer
cuanto nos concedían y cuanto no abarcábamos? Es que teníamos que estar de
acuerdo antes de ser. Después de ser y saber se aprende a cercar y a cerrar. Nuestra
mezquina contribución al mundo es un mundo más estrecho.
El Mar
ESTE POBRE CERCO SÓLO
FUE EDIFICADO para que mis dos perros –Panda y Yufú- no se escaparan a matar
ovejas en las tierras de los sacerdotes. Estos tienen rebaños aquí cerca, en
Punta de Tralca, junto al más alto peñasco de la costa. Mis ancestrales perros
descubrieron las ovejas, y esto nos pareció peligroso y salvaje.
Ahora las hierbas de la orilla,
alimentadas de rocío salado, suben por los palos viejos. Los que se blanquearon
como huesos de ballena y se debilitaron al golpe del viento férreo. No sirve
para nada el viejo cerco. De este lado mis ojos se abren hacia el circundante
infinito.
El Mar
MÁS ALLA DE ESTOS
BARROTES INÚTILES, el mar que de verdad no sabe que está circunscrito, y no lo
reconoce, cantando. Su ímpetu es amargo, su canto es estruendo. Su espuma
revolucionaria me cuenta y estalla, me cuenta y se desploma, me llama y ya se
fue.
El Mar
CANTA Y GOLPEA EL MAR,
no está de acuerdo. No lo amarren. No lo encierren. Aún está naciendo. Estalla
el agua en la piedra y se abren por primera vez sus infinitos ojos. Pero se
cierran otra vez, no para morir, sino para seguir naciendo.
De
Pablo Neruda Una casa en la arena
(2002. Chile: Pehuén. Fotografías: Sebastián Barros y Benjamín Barros.)
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