Los
domingos
Los domingos
éramos unos cuantos
los que entrábamos al trabajo
habiendo dormido pocas horas
y con una resaca monumental.
En el vestuario
mientras abríamos los casilleros
nos reconocíamos
por los ojos rojos
las bocas pastosas
y las voces roncas, gastadas
como las de los cantantes de blues.
“¿A dónde fuiste anoche?”
“¿A qué hora te acostaste?”
Luego merendábamos
en el primer turno
solo comíamos
galletitas de agua
y bebíamos
un té sin azúcar.
Éramos
una especie de hermandad
cómplices de una noche agitada.
Creo que era un intento
de ganarle terreno
a un río de angustia
de burlar
a un domingo
que al final de la jornada
no resultaría tan insoportable.
De Mauro Quesada Estamos para ayudarlo (2015. Monte Grande: La Carretilla Roja.)
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