Turismo
El turismo es una
metáfora del apocalipsis. El segundo día de agosto, las nubes de lluvia se
abrieron y diluvió en la ciudad. Las estrechas y retorcidas callejuelas del barrio
viejo se convirtieron en cataratas en cuestión de minutos. Afuera de la
catedral inexplicablemente cerrada, grupos de turistas alemanes, británicos,
estadounidenses y japoneses tratan de aferrar sombreros y mapas contra el
chaparrón. Justo ahí, donde empiezan las callejuelas, hay sentada una mendiga,
cubierta con un vestido uniforme y gris, inconsciente de las clemencias del
tiempo. Ha estado allí sentada por siglos. Un cuervo salta nervioso sobre el
hombro de ella. De vez en cuando le grazna al oído y la mendiga, irritada por
la ruidosa presencia del pájaro, intenta sacárselo de encima con gestos airados
que lo ahuyenten. Sin embargo, el pájaro es persistente: ésa es su función. Sabe
cuál es su papel central en ese drama. Sin el pájaro no habría mendiga. Sin la
mendiga no habría catedral. Sin la catedral no habría turistas.
Traducción
Todas tus historias son
sobre ti mismo, dijo ella, incluso cuando parecen ser sobre otra gente. No iba
a negarlo, ni a darle el gusto de tener razón. Así que cité a Proust, quien
dijo que los escritores no inventan libros; los encuentran en sí mismos y los
traducen. Eso pareció resolver el problema y ella se quedó callada. Hundí mis
dedos en un bol de agua perfumada y empecé con el arroz. Un dejo a arcilla y a
hojas y a metal me tomó por sorpresa. ¿Qué hay en el arroz?, le pregunté.
¿Caldo de hongos? ¿Cartuchos de escopeta? ¿Lombriz? No, dijo, mirando a través
de la luz de la vela, las historias que todavía no has escrito están en el
arroz. Debes estar paladeándolas.
De
Richard Gwyn Abrir una caja (2013. Buenos Aires: Ediciones Gog y Magog. Traducción
de Jorge Fonderbrider)
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