domingo, 23 de agosto de 2020
DOMINGO VENTUROSO y FORMULA INFALIBLE PARA GOZAR DEL DOMINGO, dos poemas de Kato Molinari (Alta Gracia, Córdoba)…:
DOMINGO
VENTUROSO
A las diez.
Como siempre a las diez.
Corro los visillos para espiarlos,
mi cuerpo cortajea la neblina,
casi me caigo del balcón.
Para espiarlos.
A las diez.
Para envidiarlos.
Son dos para los extraños.
Hombre y mujer.
Pero no nos engañemos:
para lo que sirve y lo que importa
y lo que embellece
son uno, cuerpo y espíritu,
clavícula y fémur, saliva y lágrima.
Se aderezan, por supuesto,
para navegar los días de domingo.
Ella no es nada bella, más bien obesa,
pero ese día de terciopelo y el corsé
resultan casi mágicos.
El maquillaje le insume tiempo y meditaciones.
Hasta el gato es consultado.
El es más expeditivo.
Mientras se viste piensa que si no salen pronto
dentro de la casa danzarán los ventisqueros
o se criarán anguilas.
La cazadora conoce muchos parques y muchos soles,
pero el tintorero es fiel y cuidadoso y se ocupa.
Ni una mancha, ni una hilacha, ni un botón indeciso.
El pantalón queda ancho, pero eso no tiene
importancia.
Sólo cuando faltan el sombrero y el mouchoir
él resuelve encadenar al perro y arropar el piano.
Abren el cancel.
Los presiento.
No hacen concesiones ni al día ni a los vecinos.
Parten flamantes, hacia el Botánico o
rumbo a Luján.
Al Morris cuesta hacerlo arrancar.
Yo, desde mi balcón mohoso, los inauguro.
Parten, por supuesto, con mi envidiosa bendición.
A las diez.
FORMULA
INFALIBLE PARA GOZAR
DEL
DOMINGO
Elíjase el domingo
más triste y más feo del mes,
que habrá sido debidamente precedido
por un sábado tedioso,
vacío,
insultante.
Olvídense los amores trágicos,
la agigantada soledad
y la inestable condición de empleadita.
Olvídense también los vecinos de enfrente
y rechácense los llamados del chismoso balcón.
Diríjase, tiritando,
a la pileta de lavar,
previo transporte de toda la ropa sucia.
Inicie la labor
procurando tararear “La vie en rose”
o “Sus ojos se cerraron”.
Sus vecinos aullarán.
La discordia interdepartamental
quedará así instaurada.
Inmediatamente eche mano al jabón
y a sus escasas fuerzas.
Observará, a continuación,
sobre la superficie mugrienta del agua
muchos desfachatados globitos o pompas.
Evite destrozarlos, nunca se sabe…
Cuando llegue a la etapa del enjuague
suspenda todos los cánticos y loas al Señor.
Escuche solamente los latidos de su corazón solitario.
Luego, a fin de que la tarea no resulte ingrata,
preste oídos a
esos ruiditos
delgados,
breves,
angostos,
rítmicos:
sólo sus manos de usted son capaces de generarlos,
con la pacífica intervención del agua corriente.
Son los gorgoritos.
Disfrútelos, estimada señorita.
Reflexione que muy pocas lavanderas dominicales
y aún de las otras
han sido informadas sobre la
existencia de tamaña maravilla.
De Kato
Molinari POR BOCA DE QUIEN (1972.
Buenos Aires: Ediciones Dead Weight.)
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