miércoles, 24 de noviembre de 2021

A mi hija, Ab Ovo y En el basurero de la ciudad de Nantucket, tres poemas del poeta ruso-estadounidense y Premio Nobel de Literatura en 1987 Joseph Brodsky (San Petersburgo, 1940- Nueva York, 1996) traducidos por Daniela Camozzi y Walter Cassara:

 




A mi hija

Dame otra vida y seguiré cantando

en el café Raffaela. Y me quedaré ahí sentado

o parado como un mueble en un rincón

si esta vida nueva es menos generosa que aquella.


Así y todo, en parte porque desde ahora ningún siglo podrá 

arreglárselas sin jazz ni cafeína, soportaré este sufrimiento 

y a través de mis huecos y mis grietas, de todo el polvo 

y los barnices, te observaré, en veinte años, en tu florecida

flor.


Recuerda que, en general, seguiré existiendo. O más bien 

que un objeto inanimado podría ser tu padre, 

en especial si los objetos son más viejos o grandes que vos, 

así que miralos atentamente, porque sin duda te juzgarán.


Ama esas cosas, te tropieces o no con ellas. 

Además, quizá todavía recuerdes una silueta, un contorno, 

cuando yo haya perdido hasta eso, junto con el resto del

equipaje. 

Así, estos versos, algo acartonados, en nuestra lengua en

común.


                                                                                                                   [1994]



Ab Ovo


En última instancia, debería haber un idioma

donde la palabra “huevo” se redujese a una O.

Los que más se aproximan a eso son los italianos

con su uovo. Por algo, Alighieri creía que era

el más saludable de los alimentos, compartiendo 

esa preferencia con tenores y sopranos,

cuyos torsos como peras encarnan la esencia de la “opera”.

Lo mismo podría decirse de los poetas alemanes

-esos auténticos románticos- que empezaban cada verso

como quien se sienta a desayunar, o de los matemáticos,

igual de arrogantes, empollando su infinito

tan prolijamente dispuesto, cuyos ceros inmaculados

nunca romperán el cascarón.

                                                                                                            [1996]




En el basurero de la ciudad de Nantucket


                                                          A Stephen White


Lo perecedero se consume en lo perecedero, a plena luz

de un día que, a su vez, agoniza en un noviembre casi

terminal:

removiendo la basura, las gaviotas intentan superar

en número a la nieve, o al menos demorarla un poco.


El bárbaro alfabeto primordial, saqueando con ferocidad,

por todas partes, la barrera de oxígenos, es un prefacio

a la anarquía de los desperdicios:

en el principio, fue el graznido.


En sus tartamudas doblevés, se puede leer

no tanto el hambre sino las garras de la lujuria,

en forma de afiladas comas que señalan lo imperecedero,

o quizás el vuelo de la página arrancada de un grueso

volumen.


mientras un anemómetro rabioso hace girar sus tazas

estúpidamente, como en una desquiciada ceremonia del té,

y el Atlántico soporta con pena, en su atlético oleaje,

los pronósticos de oscuridad.


                                                                                    [1995 - 1996]



De Joseph Brodsky Canción de cuna y otros poemas (2012. Buenos Aires: Huesos de Jibia. Segunda edición corregida y aumentada. Traducción de Daniela Camozzi y Walter Cassara. Postfacio: Walter Cassara.)



https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2021/10/en-una-conferencia-un-poema-del-poeta.html


https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2021/05/blog-post.html


https://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/2020/08/dos-breves-secuencias-del-poeta-ruso.html




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