OTOÑO, ESPLENDOR GRAVE…
Entraste en este día de verano
con tu oro casi fúnebre
infinito y frágil,
que por el campo tiembla como apagándose,
con tus sombras pálidas
y transparentes
que agita un hondo viento pesado de recuerdos,
queriendo ahogar el día
con un rumor obscuro de crecida.
OTOÑO
Otros, Otoño, alaben la dulzura
de tu adiós con rosas ¿con rosas o con nubes?
tu melodiosa ruina, la pureza imposible
del rocío que hace tus mañanas tan frágiles;
la tristeza que se desteje en la llovizna,
o la desolación de un atardecer,
quieto y cerrado. Yo, Otoño, sólo quiero
decir la misteriosa música en que flotamos.
Música que no es el rumor desprendido
de las hojas, ni es la voz grave del viento:
es la de tu silencio
que nos lleva y nos trae como hojas perdidas,
hasta dejarnos suspendidos en quién sabe
qué abismos del recuerdo o qué penumbras íntimas.
¿Ocurrirá algo así cuando nos liberemos
nosotros, demorosos de salidas,
sabedores de un mundo ciego y entorpecido?
De Juan L. Ortiz Antología Poética (1982. Rosario: Coquena Ediciones.
Selección y estudio Edelwis Serra.)
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