¿Qué es una alameda? Un montón de álamos
erguidos jadeantes sacudidos por el viento. Para
eso están, para ser sacudidos. Pensaba en eso
mientras miraba el paisaje por la ventana,
el tono irreal de los colores le hizo recordar
a los pintores alemanes a la nostalgia. Miraba
con desgano con la dejadez de los ambientes
mal ventilados.
Un ladrido, signo de extrañeza a lo lejos.
Sentirse minusválida de algo. Con nada, con
casi nada. Imprudente como quien adolece
de los errores (de siempre).
¿Ataque de pánico? No, más chiquito: miedo.
Una fiebre inusitada en pleno mediodía. Los
ojos secos de tanto brillo de antes. El domingo
no es un buen anfitrión, tampoco sugiere un
descanso. Hay cierta tensión a medida que
transcurren sus horas. Los domingos no
divierten ni a los niños. Están invadidos
por el terror de lo inexacto. Un pan a mitad
de camino de la tráquea de nudos de huesos
en cadena. Para qué vaciar tan rápido lo que
no terminó de existir, tu silencio encallado
en piedras marinas, tu palabra fósil. Me
expulsé al recordatorio. Ayer ya es parte de
un después.
Deshilacho y me acuerdo de los ruedos,
las medidas que exceden. Ya es otro día
y sigo sin decir, ardiente en la garganta,
mi mano despide tantas flores de verano.
Desprovista de tu mirada, de tu pelado
paladar.
Sus voces son aguaceros que extrañan
de manera compulsiva al sol. Y cómo
hablo de lo que siento sin que sea un
elefante barato de bazar. un recuerdo de
vuelto.
Me canso de ahuyentar esos pájaros
dadores de sangre.
De Sadie Madhur El plato principal (2012. Córdoba: Alción Editora.)
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