LOS LÍQUENES
Caminaba por entre las jorobas de una tierra desbrozada, entre secretos alientos y plantas sin memoria. La montaña se elevaba, frasco colmado de sombra, oprimido por momentos por el gesto de la sed. Mi huella, mi existencia se perdían. Tu semblante se deslizaba a trompicones ante mí. No era sino una mancha a la rebusca de una abeja que la haría flor y la llamaría viva. Íbamos a separarnos. Tú te quedarías en la meseta de los aromas y yo penetraría en el jardín del vacío, pediría a la noche verdadera disponer de mi sueño para acrecentar tu felicidad. Y todos los frutos te pertenecerían.
De René Char Los matinales seguido por: La palabra en archipiélago (1998. Córdoba -Argentina: Alción Editora. Traducción: Javier Zugarrondo)
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